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Actualizado: 17 de junio de 2025
Cuando le preguntaban si era cierto que se casaba con un señorito, sonreía, se hacía la enojada como de chanza, y fingía mirar disimuladamente la sortija.... ¡Casarse! ¿Y por qué no? ¿No éramos todos iguales desde la revolución acá? ¿No era soberano el pueblo? Y las ideas igualitarias volvían en tropel a dominarla y a lisonjear sus deseos.
No he nacido temerario y solamente á fuerza de voluntad me pondré á la altura de las circunstancias. Si hay riesgos que correr, no se asombre usted de verme temblar un poco; mi naturaleza tiene que manifestarse. Pero espero que llegaré á dominarla por el razonamiento.
La situación era tan crítica que Sarto y Tarlein no me bastaban para dominarla, pues ambos tenían que acompañarme a Zenda y necesitaba una persona segura que velase por lo que yo amaba más en el mundo y me permitiese dedicarme con ánimo tranquilo a la empresa de libertar al Rey. El General me recibió con afectuosa lealtad.
Mochi había seducido a su discípula para dominarla; mucho tiempo creyó tener en ella una gloria futura y una renta de muchos miles de liras, que pronto se empezarían a cobrar.
Pero aquello sólo duró un instante: su alma, que parecía despertar é incorporarse, volvióse del otro lado y continuó su sueño. Si Pepe tenía una querida ¿á ella qué? Mejor: su indiferencia encontraba una justificación. Viviría más segura en su castidad: se sentiría más fuerte, pudiendo echar algo en cara á aquel hombre que parecía dominarla con su silencio. Era lo que á ella le faltaba.
La vanidad, porque de esta suerte se adquiere la reputacion de sabio; la pereza, porque es harto mas trabajoso el fijarse sobre una materia y dominarla, que no el adquirir cuatro nociones generales sobre todos los ramos. Se ponderan de continuo las ventajas de la division del trabajo en la industria, y no se advierte que este principio es tambien aplicable á la ciencia.
Estas preocupaciones, en un principio voluntarias y solicitadas por el pensamiento, llegaron a dominarla, convirtiéndose poco a poco en supersticioso terror; sus cavilosidades adquirieron esa tenacidad inconsciente de las perturbaciones mentales, y comenzó a odiar sus encantos, como si fueran obstáculo a su felicidad y causa de que no pudiera saber hasta dónde llegaba el amor del hombre a quien quería.
«¿Qué derechos tenía él sobre aquella mujer? Ninguno. ¿Cómo dominarla si quería sublevarse? No había modo. ¿Por el terror de la religión? Patarata. La religión para aquella señora nunca podría ser el terror. ¿Por la persuasión, por el interés, por el cariño?
Ella debía decidir de su triunfo ó de su pérdida; ella sola podía proporcionarle medios de defensa. Si Lea quería, si él lograba una vez más dominarla, fuese por la persuasión, fuese por la violencia, todo se podría arreglar. Tomó por el Strand y se dirigió hacia Tavistock-Street. Eran las cuatro cuando pasó por Charing-Cross.
Habla en esta ocasión, como Oliverio, y, sin embargo, no hay nadie que se parezca a él menos que usted. ¿Le parece a usted? dije mirándola apasionadamente para dominarla de nuevo, ¿en verdad cree usted que somos tan diferentes? Pues yo creo, por lo contrario, que nos parecemos mucho.
Palabra del Dia
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