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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Cornelio y Hans cazaron una docena de papagayos y una bernicla jubata del tamaño de un pavo, a la cual sorprendieron en la orilla interna del atol. No sólo no les faltó, pues, qué comer, sino que hasta se regalaron con la carne asada de esas aves, que es un manjar sabroso y delicado. Después de mediodía el Capitán dió la orden de marcha.
Vio que sólo tenía media docena de camisas bastante estropeadas y con muchos zurcidos.
ROSQUILLAS ECONÓMICAS. Con las claras de huevos, una copa de anís, dos de aceite, dos de azúcar y dos de harina, se hace una masa y se hacen rosquillas y se meten al horno. MAGDALENAS. Para una docena de claras, media de huevos, una libra de azúcar y algo más de media taza de aceite. Se bate todo bien, se incorpora la harina necesaria y se pone en sus moldes, cociéndolas al horno.
Y con la misma entonación ardorosa con que en otros tiempos conmovía a las muchedumbres en las reuniones de protesta contra la sociedad, describía a aquella media docena de hombres y a la triste costurera, que cesaba de mover la máquina para escucharle, la grandeza del trabajo universal, que todos los días fatigaba a la tierra para vencerla y obligarla a sustentar a los humanos.
Cualquiera otra reparacion seria inútil, pues las obras que existen no son capaces de sostener nuevos materiales. La poblacion dicha del S se compone de una docena de casas, situadas al otro lado del rio, y precisamente al S de la primera.
Un menestral, un criado, un inferior, por cualquier concepto, no llamaba sino con una campanada; las visitas llamaban con dos; y la media docena o poco más de personas que el linajudo señor de Quiñones consideraba sus iguales en Lancia, lo hacían con tres, por acuerdo tácito o expreso, que eso nunca se averiguó.
Luego presentó á los que le acompañaban, que eran media docena de sastres encargados de confeccionar los uniformes del ejército. Declaró el profesor innecesaria la notificación, pues su gigantesco amigo había sido advertido por él de las decisiones del gobierno.
Cuando entré, estaban en el momento de las vísperas, y el silencio de muerte que reinaba en el inmenso interior del templo, era sólo interrumpido por el murmullo bajo del reverente sacerdote. Había una docena de personas en la iglesia, todas mujeres, salvo uno un hombre que, de pie detrás de una de las columnas circulares, esperaba allí, pacientemente, mientras las demás estaban de rodillas.
La casa de doña Manuela llamó la atención por la tarde casi tanto como la falla. Entre las banderolas nacionales de los balcones asomaban una docena de airosos cuerpos y graciosas cabezas, elegante escuadrón de muchachas, que, cogiéndose de la cintura, jugueteando o riendo, miraban al gentío que rebullía abajo.
Aunque hubiese resucitado el difunto Padre Procopio trayendo consigo una docena de PP. de su misma calaña, todos ellos ante la mirada fulmínea del Prior habrían bajado las suyas como doctrinos. Bien supo lo que hizo el P. Provincial cuando le encargó el gobierno de Nuestra Señora del Valle. La cuestión vinífera continuaba en el mismo lamentable estado.
Palabra del Dia
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