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La dueña de la casa invita á una bohemia inquietante para que aplauda sus versos, y la mezcla con gentes distinguidas que conoció en los salones. Algunos extranjeros van de buena fe, creyendo encontrar autores célebres, y sólo conocen fracasados viejos y ácidos.

Las gentes distinguidas dejaron de mirar al Hombre-Montaña para fijarse en el gran poeta, y esto hizo que Golbasto creyese necesario murmurar algunas palabras, como si fueran dirigidas á ella misma, para corresponder al homenaje mudo de sus admiradores.

Entre los hombres se hallan figuras distinguidas por donde quiera, revelando mas corazon que espíritu, mas vivacidad de pasion que reflexion.

Otra había convertido su «villa» del Paseo de los Ingleses en casa de huéspedes. Sólo quería admitir personas distinguidas, militares de los países aliados, pero de coronel en adelante. Trataría á sus pensionistas como visitas, con toda la distinción de una gran señora que recibe; solamente que ahora sus días de recepción iban á ser todos los de la semana.

Jamás había visto un vestido semejante ni una persona que le pareciese menos en armonía con la posición que parecía ocupaba cerca de gentes tan distinguidas y elevadas. Después de un cuarto de hora de una conversación animada, aquella mujer se levantó. Estaba lloviendo. El marqués la ofreció su coche, con grandes instancias; pero la duquesa le dijo: Padre, ya he mandado que pongan el mío.

LEONIE. Afortunadamente, di con la señora Boel, que se portó muy bien conmigo. A esta casa vienen solamente personas distinguidas, que no tienen maneras brutales y que pagan convenientemente. ¡Qué diantre...! ¡Son como parroquianos...! La casa está habitada por familias burguesas. Ninguno de los inquilinos sospecha que haya aquí una casa de citas.

Esa fama goza repuso Castro un poco inquieto ya. Tiene muchos admiradores. ¿No es usted uno de los entusiastas? ¿Quién se lo ha dicho a usted? Nadie; lo supongo. Hace usted bien en suponerlo. Su tía es, a mi juicio, una de las señoras más hermosas y distinguidas de Madrid.... Vaya, hasta otro rato, Esperancita. Y le alargó la mano con un aire displicente que hirió a la niña.

En sus coloquios con Obdulia, Frasquito no cesaba de referirle su vida social y elegante de otros tiempos, con interesantes pormenores: cómo fue presentado en las tertulias de los señores de Tal, o de la Marquesa de Cuál; qué personas distinguidas allí conoció, y cuáles eran sus caracteres, costumbres y modos de vestir.

Pues bien, las jóvenes distinguidas no pudiendo soportar, como es natural, el contacto de otras jóvenes menos distinguidas, empezaban a desertar del paseo acostumbrado yéndose por pelotones al otro camino. Desde allí, irguiendo la noble cabeza, miraban, al través de la red de carruajes, desfilar a sus enemigas naturales por el paseo de enfrente.

Aquellas señoras de respetable aspecto las más, guapas y jóvenes algunas, celebraban con alegría evangélica el natalicio de Nuestro Señor Jesucristo como si el Hijo de María hubiese venido al mundo exclusivamente para ellas y otras cuantas personas distinguidas. La Natividad del Señor se les antojaba algo como una fiesta de familia.