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Actualizado: 11 de junio de 2025
Teniendo algunos antecedentes de que se dará una batalla, ó se hostilizará alguna plaza, paréceme que he oido cañonazos, y me quedo con la creencia de que ha comenzado el fuego. Noticias posteriores me hacen saber que no se ha disparado un tiro; ¿quién tiene la culpa de mi error? no mi oido, sino yo.
Mira, si hicieras lo que yo, no tendrías esa cara; tú te has metido en la Bolsa, y me parece que te han pegado una soba... no lo niegues; ¡si yo sé que tenías a Jacintito de compañero, y Jacintito ha salido disparado... bueno, ya te enojas otra vez! no te diré nada.
Embarcáronse por fin á 5 de Diciembre de 1745, y el lúnes 6 á las diez horas de dia, habiendo disparado la pieza de leva, se hicieron á la vela en nombre de Dios, con viento fresco, y salieron á ponerse en franquía en el amarradero, que dista tres leguas de Buenos Aires.
El tiro no dio en el blanco, el tiro de usted se fue allá, por las nubes.... Sólo que antes que usted, mucho antes, otro cazador, escondido, había disparado también... y ese fue el que mató la res, y se quedó con ella y con los siete mil reales de usted.
Decíase que en cierta ocasión había disparado el revólver sobre unos muchachos que le dirigían en son de burla el reflejo de un espejo a los ojos; se había batido con una pistola cargada de arena y otra de pólvora, y había matado a su contrario. Fue íntimo amigo del Naranjero, el célebre bandido de Córdoba, y se hacía acompañar por él en sus cacerías por la sierra.
Se decía que había disparado sobre un criado sólo porque le había abierto una carta, y que en varias ocasiones había cogido a los niños que se atrevían a hacerle muecas en la calle, los metía en la cuadra, los desnudaba y los azotaba cruelmente con las correas del freno de su caballo.
Y se lanzó a la calle con la impetuosidad y brío de un cohete bien disparado. Padre y madre Tres años antes, la imposibilitada estaba sana y robusta y ganaba su vida en la Fábrica de Tabacos. Una noche de invierno fue a jabonar ropa blanca al lavadero público, sudó, volvió desabrigada y despertó tullida de las caderas. Un aire, señor decía ella al médico.
Salió otra vez de casa; paseó por los soportales que había en la Plaza Nueva, enfrente de la casa de los Ozores. «¿Qué habría pasado? ¿Habría descubierto algo don Víctor? No; si hubiera habido algo, ya se sabría. Don Víctor habría disparado su escopeta sobre don Álvaro, o se estaría concertando un desafío y ya se sabría; no se sabía nada, nada; luego nada había sucedido».
Nada he visto ni oído, señor Cornelio contestó el piloto. Ha pasado ante mi vista una cosa negra, que no he podido distinguir bien. Tal vez un ave. No, Horn; era muy grande, y no tenía forma de ave. ¿Qué queréis que sea entonces? No lo sé. ¿Sería un proyectil disparado por los papúes? Sólo usan flechas y lanzas, señor Cornelio. Lo sé; pero... ¡Mira!
Retrocedí lanzando un grito, saltó él en la silla sin tocar el estribo y salió disparado como una flecha, perseguido por gritos y tiros de revólver, tan inútiles éstos como aquéllos. Me dejé caer en mi sillón, mirando cómo el malvado desaparecía al extremo de la avenida. Después me rodearon mis amigos y perdí el conocimiento.
Palabra del Dia
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