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Capítulo XIII. Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos

Y sin embargo, el corto número de sus penitentes aseguraba que era un confesor prudente, discreto y delicado en sus preguntas.

Mi tío don Benito y yo continuábamos inmutables nuestro programa de abstención activa, callados y reverentes, comiendo con esa moderación respetuosa que se confunde con el hambre modestamente disfrazada de un apetito discreto.

Pero, si todo se hace por lisonjear la vanidad de una dama, todo será también vanidad y lisonja, y nada serio habrá en ello ni digno de varón discreto y prudente. Extraños fueron a los sandios enamoramientos que fantaseas los héroes sanos de cuerpo y de alma que hubo en las antiguas edades.

La fortuna recién adquirida en dos horas le parecía extraordinaria y tan inmensa como su buena suerte. Lo que yo quiero añadió en voz baja, cesando de reir , lo que yo deseo de ti, bien lo sabes... Ella le hizo callar con una mirada acariciante y un siseo discreto que equivalía á una promesa.

Yo me hallo tan mal sin vos, y tan imposibilitada de no poder sufrir esta ausencia, que si presto no venís, me habré de ir a entretener en casa de mis padres, aunque deje sin guarda la vuestra; porque la que me dejastes, si es que quedó con tal título, creo que mira más por su gusto que por lo que a vos os toca; y, pues sois discreto, no tengo más que deciros, ni aun es bien que más os diga.

Don Juan tiene treinta y tantos años, es soltero, por lo cual da gracias a Dios lo menos una vez al día, y vive solo, sin más compañía que la de sus criados. Uno entre ellos es digno de elogio: Benigno, el ayuda de cámara, que es listo, discreto, trabajador y hasta fiel, porque le trae cuenta la honradez.

El, que sintió lo que había visto, como discreto, se previno diciendo: "Señor licenciado, no es oro todo lo que reluce; debióle parecer a vuestra merced en viendo el cuello abierto y mi presencia que era un conde de Irlos." Yo le dije que le aseguraba me había persuadido a muy diferentes cosas de las que veía.

Llegóse el tiempo de la partida; proveyéronles de dineros, y enviaron con ellos un ayo que los gobernase, que tenia más de hombre de bien que de discreto.

¡Qué ternura, qué suavidad, qué delicadeza! dijo el Duque en el colmo de la admiración! Acepto el pensamiento manifesté, anotando todo aquel discreto artificio para encajarlo después en mi obra como mejor me conviniese.