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Actualizado: 29 de junio de 2025
Después que llegó el juez y se instruyeron las debidas diligencias, colocaron en una camilla el cadáver, y lo transportaron a su casa, porque don Rosendo, que sabía la noticia, lo reclamaba. Fué una procesión tristísima al través de las calles de la villa. Los vecinos se asomaban a los balcones, pálidos, inquietos, con la tristeza en el semblante. Gonzalo gozaba de generales simpatías.
Era día de mercado, y estaba la villa, ¡madre de Dios!, que daba miedo. ¡Cuánta gente! ¡Qué ir y venir bestias, carros y diligencias! Te aseguro que aquello me espantó; díjeme: «esto no es para mí...»; y volvíme á casa dando gracias á Dios por la paz que quiso concedernos en este bendito rincón. Para dar una idea del color verdaderamente local de la población comillana, bastan estos dos ejemplos.
El procedimiento contra Tennessee se llevó tan lealmente como era de esperar de un juez y de un jurado que se sentían hasta cierto punto obligados a justificar en su veredicto las irregularidades del arresto y primeras diligencias. La ley de Sandy-Bar era implacable, pero no se inspiraba en la venganza.
En materia de comunicaciones tiene Milan caminos de hierro á Camerlata y Treviglio: este último, que es el de Venecia, estará muy pronto terminado completamente: hay diligencias para casi todas las ciudades de Italia: las carreteras, en general, son magníficas.
Yo me hallaba en París sin recursos, después de haber sido sucesivamente maestro de latín, pintor de muestras, corista en Ventadour, espadachín, servidor de los emigrados de Coblentza, postillón de diligencias, carbonero y cajista de imprenta, cuando senté plaza en el ejército de Boulogne, destinado a dar un golpe de mano contra Inglaterra... Cuando el Emperador nos trasladó de improviso, sin revelar su pensamiento, al centro de Europa, estábamos un tanto amoscados, porque las violentas marchas nos mortificaban mucho, y como éramos unos zopencos, no comprendíamos los grandes planes de nuestro jefe.
Yo hube miedo que con aquellas diligencias no me topase con la llave, que debajo de las pajas tenía, y parescióme lo más seguro metella de noche en la boca. Porque ya, desde que viví con el ciego, la tenía tan hecha bolsa, que me acaesció tener en ella doce o quince maravedís, todo en medias blancas, sin que me estorbasen el comer.
Siguieron entonces largas diligencias y puesta en claro la felonía de que había sido víctima el teniente de asistente le dieron libertad al fin y al cabo, después de tenerle largos meses en las mazmorras inquisitoriales, con todas las consiguientes molestias y perjuicios.
Al pasar por el Convento reconocí al P. Solis que sabía muy tranquilo, embozándose en la capa; dos calles adelante al doctor Sarmiento, lo mismo que siempre, con levita larga, el bastón bajo el brazo y el sombrero espeluznado caído hacia la nuca. Por fin... ¡la Casa de Diligencias!
Y ansí nos fuimos hasta otro lugar de aquel cabo de Toledo, hacia la Mancha, que se dice, adonde topamos otros más obtinados en tomar bulas. Hechas mi amo y los demás que íbamos nuestras diligencias, en dos fiestas que allí estuvimos no se habían echado treinta bulas.
El capitán solicitó de D.ª Leonor el permiso de casarse en secreto con su hija antes de partir, pues de otro modo era imposible á causa de las muchas diligencias que se necesitaban. Cedió la viuda: efectuóse la ceremonia en casa de la novia: bendijo á los desposados el capellán del batallón: asistieron sólo tres compañeros del capitán.
Palabra del Dia
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