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La salud de los vecinos de la buena ciudad de Boston, por lo menos en lo que se refiere á la medicina, había estado hasta entonces confiada á la tutela de un anciano diácono y farmacéutico, cuya piedad y rectitud eran testimonios más convincentes en favor suyo, que los que podría haber presentado bajo la forma de un diploma en regla.

Pero el Cardenal permanecía callado. ¿Si, Eminencia? insinuó de nuevo el letrado. La verdad era que el Cardenal Diácono de la Basílica de Santa María de las Rosas estaba perplejo; no encontraba a quién nombrar heredero.

Asistíanle como diácono y subdiácono el párroco de Peñascosa y D. Narciso, un capellán suelto procedente de Sarrió, establecido hacía algunos años en la villa. En la iglesia sonaba murmullo sordo originado por el cuchicheo de las comadres, que se disputaban el sitio o se comunicaban sus impresiones, por las exclamaciones y suspiros de malestar de los hombres.

La misa se dividia en dos partes, la de los catecúmenos y la del Sacrificio: leíase primero una profecía del Antiguo Testamento, una Epístola de S. Pablo y una parte de los Evangelios; añadíanse algunos responsorios y unos versículos con Alleluya, que era lo que entonces llamaban Laudes; seguia el Ofertorio, y luego un diácono en voz alta mandaba á los catecúmenos retirarse.

En La prueba de las promesas se desenvuelve muy hábilmente, bajo forma dramática, el conocido cuento del diácono de Badajoz. En las comedias de El Antecristo y Quien mal anda mal acaba, predomina un genio sombrío y fantástico, poco común en España.

Ni faltaba por desgracia quien hubiese allanado el camino para la maligna obra, acostumbrando á los califas á menospreciar los fueros de la gente dominada; porque un jóven francés renegado, diácono que habia sido del palacio de Ludovico Pio, y que usurpando el nombre de Eleázaro profesaba ahora la religion judáica, casado con una hebrea, habia venido á Córdoba pocos años antes, tomando con astucia el cíngulo militar para introducirse mejor en la corte de los sarracenos, y habia logrado concitar de tal manera contra los cristianos el ánimo del califa y de sus wazires ó ministros, que á no acudir pronto al remedio los afligidos mozárabes, suplicando con lágrimas al rey Cárlos de Francia que reclamase la persona del apóstata , todos hubieran sido compelidos á hacerse judíos ó mahometanos bajo pena de la vida.

El anciano, contra lo que todos creían, parecía estar en vías de salvarse, cuando una noche Silas, sentado a la cabecera del enfermo, notó que la respiración de éste, que era generalmente perceptible, había cesado. La vela estaba casi consumida; tuvo que incorporarse para ver claramente el rostro del diácono.

Quizás estaba aprendiendo á deletrear bajo la direccion del diácono Alcuino cuando ideaba la restauracion de las artes y de las ciencias en Europa, y fundaba por inspiracion de aquel sabio eclesiástico, denominado en su siglo el Santuario de todas las artes liberales, las primeras academias y escuelas que conoció la Francia de la edad media.

Y sin embargo, aunque con el corazón lleno de tal terror, no pudo menos de sonreirse al imaginar lo estupefacto que se habría quedado el santo varón y patriarcal diácono ante la impiedad de su ministro. Referiremos otro incidente de igual naturaleza. Yendo á toda prisa por la calle, el Reverendo Sr.

En él florecieron Pedro Astigitano y Walabonso Eleplense, el primero en grado de presbítero, y como diácono el segundo, dando ambos á dos su sangre por Jesucristo . Estos son los monasterios de que se conservan mas circunstanciadas noticias.