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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Mariano oyó un ruido metálico: vio cómo el zapaterillo levantaba el brazo armado con el manojo de llaves caído en los peldaños de la verja, y después oyó un choque de extraña sonoridad, como si golpeasen algo hueco. Gabriel dio un grito y cayó al suelo de bruces. El zapatero seguía golpeándole al cráneo. ¡No le des más...! ¡Detente!
Hallábase tan acongojado, que la frase se le retortijó en la garganta, y juzgando que más que las palabras serían elocuentes las actitudes, se hincó delante de su ahijada, y le tomó las manos para besárselas, y luego que pasó un rato en estas mímicas, conmovidos ella y él, pudo articular Relimpio estas palabras: «Niña mía, no des ese paso, detente...
Mas si eres alma pía y asombradiza; si no has salido de esos limbos del entendimiento que engendra, no tanto la inocencia del corazón como la falta de experiencia; si la desnudez de la verdad te escandaliza o hiere tu amor propio su rudeza, detente entonces y no pases adelante sin escuchar primero lo que debo decirte.
...Después, embriaguez mayor todavía, la entrada en la espesura para encontrar la buena pista; el gozo de encontrarse solo con ella. La hubiera seguido así hasta el fin del mundo. Y, sin embargo, todo le decía que debía huir de la peligrosa sirena... Su razón le gritaba: «¡Detente!... no vayas más lejos. El espíritu es fuerte, pero la carne es débil.
Tú no sabes que ahora mi señora mamá, después que ponga fin a la justiciada de allá, ha de venir a emprenderla conmigo por la escapatoria de ayer tarde. ¿Olvidas, hombre ligero y frívolo, que has de atestiguar que me viste ayer ocupado en dar vueltas a la noria? No quiero farsas, ni falsos testimonios, ni tengo para qué ver a doña María... Adiós. Hombre cruel, detente. Mi madre sale.
Al fin aparecía un ángel, con alas de papel dorado, en el balcón de las Casas Consistoriales, y cantaba el romance que empieza: "Detente, detente, Abraham; No mates á tu hijo Isaac, Que ya está mi Dios contento Con tu buena voluntad." El sacrificio del cordero en vez del hijo, con lo demás del paso, lo ejecutaba el tío Gorico con no menor maestría.
El invito del rey san Fernando luchando con moros, Sevilla ganó, con el mundo en la mano derecha y en la otra la espada y en la otra el pendón. Un devoto por ir al rosario por una ventana se quiso tirar, y la Virgen María le dice: Detente devoto, por la puerta sal.
Palabra del Dia
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