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Mefistófeles, como Dios, gusta de oír sus epigramas y chistes y le emplea en sus altos designios de promover la actividad humana, anda bien avenido con Dios, suele hacerle visitas, y sale muy satisfecho de que Dios le trate con cordialidad y confianza. Por lo que se ve, el mal para nuestro poeta es chico mal y está subordinado al bien al cual concurre, a pesar suyo.

De vez en cuando, dando largos rodeos, que la hacían reír, Miguel sacaba la conversación de Pasajes y de Maximina, contándole por centésima vez todos los episodios de sus inocentes amores. Ella le escuchaba atenta, le animaba a seguir, pero guardándose de hacerle pregunta alguna acerca de sus designios.

Este hombre fué el Conde-duque de Olivares. Para conseguir sus designios mandó venir de Salonique i otras ciudades varios judíos descendientes de los espulsos de España para conferir el modo con que ellos i los demás volviesen á vivir en estos reinos. Para lo cual trataba de amenguar mucho el poder del Santo Oficio.

Pector servía á maravilla mis designios con su manía americana de pasear por los sitios públicos y de entrar en todos los cafés á tomar un emparedado y un cocktail. Acababa yo de formar el proyecto de esperar á Jenny delante del hotel para sorprenderla con su compañero. Un presentimiento me decía que habría de volver con él y que allí, en un segundo, podría yo saber el secreto de aquella mujer.

Y dice que, no habiéndosele olvidado al bachiller Sansón Carrasco cuando el Caballero de los Espejos fue vencido y derribado por don Quijote, cuyo vencimiento y caída borró y deshizo todos sus designios, quiso volver a probar la mano, esperando mejor suceso que el pasado; y así, informándose del paje que llevó la carta y presente a Teresa Panza, mujer de Sancho, adónde don Quijote quedaba, buscó nuevas armas y caballo, y puso en el escudo la blanca luna, llevándolo todo sobre un macho, a quien guiaba un labrador, y no Tomé Cecial, su antiguo escudero, porque no fuese conocido de Sancho ni de don Quijote.

Es cosa vista... salvo siempre, y por supuesto, los altos designios de DiosPalabra por palabra, éste era el tema de muchas, de muchísimas peroraciones, casi discursos, del menor de los Bermúdez Peleches, del solar de Peleches, término municipal de Villavieja.

Le seguía en edad la joven Narcisa, una muchacha de veinticinco años, ojizarca y endeble, melindrosa y no mal parecida. Ella era, en ausencia de Fernando, el mimo de la casa, el centro adonde convergían todas las atenciones y de donde partían todos los designios. Doña Rebeca, con hacer honor a su nombre, había sido toda sumisión y desvelo para malcriar a su hija.

Con esto, se acabó la ronda de aquella noche, y de allí a dos días el gobierno, con que se destroncaron y borraron todos sus designios, como se verá adelante. Capítulo L. Donde se declara quién fueron los encantadores y verdugos que azotaron a la dueña y pellizcaron y arañaron a don Quijote, con el suceso que tuvo el paje que llevó la carta a Teresa Sancha, mujer de Sancho Panza

Se humillaba Ana a los designios de Dios, pero no por esto desaparecía el disgusto de misma, ni el valor para seguir la lucha se recobraba.... Contribuían estos desfallecimientos nocturnos a contener los progresos de la piedad, que el Magistral procuraba despertar con gran prudencia, temeroso de perder en un día todo el terreno adelantado, si daba un mal paso.

El P. Arce, que por entonces tenía otros designios, les prometió que en otra ocasión les cumpliría sus deseos, con que administrando el Santo bautismo á cuatro que estaban en peligro de muerte, se prevenía ya para la partida.