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Ella, ella enternécese más con el mar, con la poesía del infinito; en cambio, el esposo fíjase en el hombre de mar, en los peligros que corre, en el drama de todos los días, en el flotante destino de su familia. Aunque la mujer se conmueva ante las desdichas individuales, sin embargo, no presta tan serio interés á las clases.

Valses y polcas formaban el acompañamiento de aquella voz triste que dentro del carruaje relataba sus desdichas. Luis pensaba que el sitio para el encuentro había sido escogido con premeditación. Todo hablaba allí del amor legítimo sometido a reglamentación oficial.

¿Qué solterón recalcitrante había de convencerse, en vista de las desdichas que sobre Gedeón atrajeran sus personales manías y rarezas, o una serie de casualidades novelescas regidas por la mano del autor y no por el curso ordinario de las cosas humanas?

En efecto, señor: lo que teméis es una horrible realidad, soy madre: por el amor de Dios, señor, ya que lo sucedido no tiene remedio, á vuestro honor me entrego; de vos, que sois la causa de mis desdichas, espero la salvación, y si me salváis, si nadie en el mundo más que vos puede saber lo que me sucede, si queda secreto, yo os perdonaré.

Lo malo es que la gente parecía flores y las flores parecían gente. Pero yo no paré mientes en este pequeño detalle insignificante. Gente o flores, flores o gente... ¿qué importaban al mundo? Vi la placa de cobre, la insignia mortal de todas mis penas y desdichas: TUCKER Aquí está enterrado nos dijimos en silencio mi mujer y yo.

Desechásteme, ¡oh ingrata!, por quien tiene más, no por quien vale más que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no envidiara yo dichas ajenas ni llorara desdichas propias. Lo que levantó tu hermosura han derribado tus obras: por ella entendí que eras ángel, y por ellas conozco que eres mujer.

He mirado tus ojos serenos, me he bañado en su luz tardecina, y he logrado saber tus angustias, y he logrado leer tus desdichas. Hay un dardo mortal en tu pecho y en tu frente una sombra querida, una tenue tristeza en tu rostro y en tu boca una vaga sonrisa... algo raro que es todo un misterio, que nadie lo acierta y no lo adivina.

Así decía con razón D. Agustín Durán, que el antiguo drama era para los españoles patriotas lo que la Biblia para los hebreos, lo que la Iliada y la Odisea para los griegos, esto es, un archivo de toda la ciencia histórica, política, moral y religiosa de la nación; un reloj que indicaba sus varias vicisitudes, su renombre y sus desdichas.

Aún no habían los dos recién conocidos finalizado los primeros capítulos de la plática, cuando le anunciaron al sabio que allí estaban dos jóvenes que ansiaban por saber de su boca las dichas o desdichas de su estrella.

Pero pasados los cuales, i viendo que por todos lados no encontraban mas que desdichas, avisaron al conde de Borba, comandante portugués del presidio de Arcilla, que estaban en ánimo de cristianarse i de volver á España, i que así les facilitase los medios de poner en debida ejecucion lo que habian imaginado.