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Actualizado: 29 de julio de 2025


Una compasión inmensa le dolía en el corazón y le ponía en los ojos un fulgor ardiente de ternura. Todo el aspecto de la muchacha era una viva lamentación de pena y de trabajo; el médico veía con espanto que Carmen finaba lentamente, en un profundo descuido de la vida. Nada se dijeron al verse en el cuarto de Julio; se buscaron los ojos, y ella bajó los suyos, cobarde y sobrecogida.

Nuestro descuido en verificar este hecho cuando visitamos la catedral, nos impide sacar al lector de dudas.

Dada la complicación de red, la subdivisión atomística que caracteriza a la propiedad gallega, un poco de descuido o mala administración basta para minar los cimientos de la más importante fortuna territorial.

Por la parte de dentro todo fue como coser y cantar. Un tonel viejo arrimado al descuido a la pared, y los restos de una espaldera, fueron escalones suficientes, sin que nadie pudiese notarlo, para subir y bajar don Álvaro por la parte del parque con toda la prisa que pudieran aconsejar las circunstancias.

Con su asistencia y pertinacia alcanzaron al fin lo que pretendian, porque los Griegos después de largos siete meses de sitio, creció en ellos el desprecio de sus enemigos, y al mismo paso el descuido de guardarse. Las centinelas eran pocas, y esta no muy ordinarias.

Entonces se detuvo, volvió a mirar con ahínco, dio un paso dentro de la capilla; no había nadie; estaba seguro. «¡Luego aquellas señoras se habían ido sin confesión; luego el Magistral se permitía el lujo de desairar nada menos que a la Regenta!». El Arcediano vio un mundo de intrigas que podían fundarse en este descuido del Provisor.

¿Qué decir a aquel desgraciado que me contaba cómo, a media noche y con la mula casi en hombros, pues ni aún cabestrear quería, había llegado a Bodegas? La vista de mi maleta, abierta por mi descuido y de la que no faltaba ni un papel ni un peso, me predispuso, por otra parte, a la clemencia. Sólo a la tarde llegaron la familia Tanco y los señores Cuervo.

Poco después se descuidó algo D. Valentín, alzó la voz demasiado al preguntar á Clara por su madre, y ésta exclamó desde la alcoba: ¡Qué pesadilla de hombre! Se ha propuesto no dejarme descansar. ¡Si parece que está hueco! Valentín, habla bajo y no me mates. D. Valentín salió entonces zapeado de la estancia en que se hallaban Clara y Lucía, y las dejó solas.

Era una chaqueta blanca arrojada con descuido, y que causaba en el joven la misma impresión de esos rostros que siendo amigos tardan mucho en reconocerse. Llevóse la mano a la frente como si fuera a arañarse con cruel impulso, y sus ojos se dilataron con espanto.

Acaso también, en el entusiasmo del éxito, se hubiera separado de para ponerse en condiciones de admitir los ricos y brillantes adoradores que no hubieran dejado de asediarla. Pero su indolencia y su voluntad estaban de acuerdo para hacerla rehusar las contratas y seguía viviendo inactiva, en el desorden y en el descuido.

Palabra del Dia

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