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Actualizado: 7 de julio de 2025
Jacinta le contemplaba en su mente con aquella imparcialidad tan recomendada, y... la verdad... el parecido subsistía... aunque un poquillo borroso y desvaneciéndose por grados. En la desesperación de su inevitable derrota, encontró aún la dama otro argumento. «Tu mamá también le encontró un gran parecido». Porque tú le calentaste la cabeza. Tú y mamá sois dos buenas maniáticas.
Además, la consideramos repugnante é indigna de todo recuerdo. No intente, gentleman, deslumbrarnos con sus descubrimientos. Aquí sabemos más que usted. Prescinda da nuevas observaciones y acuéstese prontito á tomar su leche. El americano tuvo que obedecer, avergonzado de su derrota. Las vacas, en fila incesante, subían y bajaban por una dobla rampa situada junto á la bomba.
Nada en este aspecto del mar recordaba a Febrer aquella noche tempestuosa; y sin embargo, por la asociación que forman en nuestra memoria las ideas olvidadas con los lugares antiguamente visitados cuando volvemos a ellos, Febrer comenzó a sentir los mismos pensamientos, sólo que ahora, en vez de seguir adelante, desfilaban en sentido inverso, con una confusión de derrota.
La longitud del Cabo Blanco, segun la cuenta de la derrota, son 313 grados y 30 minutos. Observóse en todo lo que se navegó de esta costa, que el escandal se lava, y no saca señal de fondo, sino es de mucho peso.
Quizá un pensamiento de ambicion fué causa de la derrota de Cárlos Alberto; quizá la ambicion que en Novara se mostró fué orígen de deplorables acontecimientos... ¿Quién sabe si á no ser por ella Milan y la heróica Venecia no hubieran sacudido su ominoso yugo?
Pero él no desmayaba, no señor. ¿Qué gran general no sufre una derrota?
Después le acompañaría a don Ciriaco en la derrota de Cádiz a Filipinas, y, tras este viaje de un año o año y medio, me quedaría en San Fernando para concluír mis estudios de náutica. Mi viaje como agregado fué desde Liverpool a la Habana, en el bergantín Caridad, con el capitán Urdampilleta.
Hecho esto, y hecha oración al cielo, suplicándole encaminase nuestro viaje y favoreciese nuestros tan honrados pensamientos, mandé izar las velas, que aún se estaban atadas a las entenas, y que las diéramos al viento, que, como se ha dicho, soplaba de la tierra, y, tan alegres como atrevidos, y tan atrevidos como confiados, comenzamos a navegar por la misma derrota que nos pareció que llevaba el navío de la presa.
"La primer derrota que tomamos fué a Dinamarca, donde creí hallar a mi hermana, y lo que hallé fueron nuevas de que, de la ribera del mar, a ella y a otras doncellas las habían robado cosarios.
No pude llegar a él ni ofrecer imposibles por el rescate de la presa, y así fué forzoso el volvernos, sin ninguna esperanza de cobrar nuestra pérdida; y, por no ser otra la derrota que el navío llevaba que aquella que el viento le permitía, no podimos por entonces juzgar el camino que haría, ni señal que nos diese a entender quiénes fuesen los vencedores, para juzgar siquiera, sabiendo su patria, las esperanzas de nuestro remedio.
Palabra del Dia
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