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Actualizado: 23 de julio de 2025
De esta guisa, sabiamente aleccionada, comenzó a llenar Beatriz su misión en la tierra: reír, vestir hechiceramente, hacer cada vez más ligera su danza, salpicar a cada giro del faldellín un rocío de fascinación. De alambique en alambique, llegó a ser una verdadera quintaesencia de cortesanía y de embeleso.
Y sobre esto, los criados siempre en danza, a casa del sastre, del camisero, a llevar cartas y recados a la calle de Ramales. Era el mismo Evangelio lo que la buena señora alegaba. Los tirabuzones sujetos a su frente lo corroboraban con vivos movimientos de trepidación. Mario cometía estos desórdenes y otros más.
Sentado el servicio y acabada la danza, se quitó el manto y la ropa que llamaban cota, que era de paño de oro con armiños y perlas, y se la dió á uno de los músicos que allí había que llamaban juglares, y en las diez veces que se sirvió la mesa hizo otro tanto.
El entusiasmo falta, y en vez de toda poesía, de todo arte, de toda emocion dulce, profunda, nueva, sorprendente, no se ve en toda la escena sino el instinto maquinal de la carne, el poder del hábito dominando la materia, pero jamas el corazon ni el alma de aquellos salvajes de la civilizacion. Ninguno de ellos goza bailando, porque la danza es una ocupacion necesaria como cualquiera otra.
Y, en fin, ¿por qué extraño azar un hombre de posición y sólidos principios, como el señorito Alfredo L'Ambert, asistía tres veces por semana al templo de la danza?» ¡Bah, queridos amigos! precisamente porque era un hombre de posición y de sólidos principios.
Esforzose en probarme que la calma es una gran cualidad en todos los actos de la vida; que cada cosa debe hacerse a su tiempo y lugar, y que, después de todo, no le parecía que una almohada fuese un compañero de danza muy agradable y...
Pablillos sentía en su sangre hervor de vida, escozor de danza, cerril impulso de zapatear la tierra y lanzar a los vientos largos cantares agudos que rebotasen en los collados. La primavera prestaba a los trigales undoso brillo de sedas; ¡verde y plateada casulla sobre el buriel de los terruños!
Que ya no lo veremos salir más. Después, lanzando una risa clara: ¡Sí, ya sé, es pura locura! ¡Vamos a bailar! Una nueva danza acaba de empezar.
Al terminar el baile que hacía el número cuatro, es decir, el anterior al vals que tenía comprometido con Amaury, Antonia fue a sentarse al lado de su prima para hacerle compañía hasta que la orquesta preludiase los primeros compases de la próxima danza.
Formábanse grupos, que permanecían algún tiempo vacilantes, buscando con los ojos a alguno que les faltaba, para irse. Lo primero que se deshizo fueron las giraldillas. El baile y la danza persistían. Los aldeanos estaban más cerca de sus casas y no tenían tanto miedo a caminar de noche. En torno de los coches situados en medio de la carretera, se había ido aglomerando la gente.
Palabra del Dia
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