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El documento decía así: "Cargos formulados el día de la Asunción, en el año de gracia de mil trescientos sesenta y seis, contra el hermano Tristán, antes llamado Tristán de Horla y al presente novicio de la santa orden monástica del Císter.

Creyéndolo un religioso como Dios manda, entregado á sus oraciones, lo saludé y seguí mi marcha hacia Léminton, donde vivo y me gano el sustento como batanero que soy. Pero á los pocos pasos que me llamaba; volvíme y me preguntó si tenía noticia de la nueva indulgencia concedida á favor de los monjes del Císter. "No," le contesté.

Y siéndolo ¿venís de las aulas de Oxford ó de las de París? Algo he estudiado, contestó Roger, pero no en esas grandes universidades, sino con los monjes del Císter, en su convento de Belmonte. ¡Bah! poco y malo probablemente. ¿Qué diablos de enseñanza pueden dar allí? Non cui vis contingit adire Corinthum, observó Roger. ¡Toma y vuelve por otra, hermano Florián!

En el siglo de que vamos hablando no existian aun aquellas famosas abadías matrices de Cluni y del Cister, que por efecto de la inmensa importancia política y religiosa que adquirieron, no pueden en manera alguna compararse con los monasterios anteriores á la primera reformacion.

La mujer, que allá en el claustro representaba la suma de todas las tentaciones, peligros y asechanzas mundanales, el escollo que ante todo debía evitar el hombre para perseverar en el buen camino, el ser á quien los monjes del Císter no podían mirar sin pecado ni tocar sin exponerse á los más severos castigos de la regla.

No le intimidaban, sin embargo, a ella los mugidos del buey Apis; incorporóse un poquito, y muy extrañada y ofendida, y con los claros ojos fijos siempre en el vacío, comenzó a decir con su suave vocecita algún tanto apurada: ¡Pero Martínez, por Dios, no se descomponga así!... ¡Se pone usted tan feo!... Preciso es que haya en eso alguna equivocación, algún quid pro quo, para que un hombre de su talento de usted diga semejantes desatinos... ¿Yo, camarera de la Cister... quiero decir, de doña Victoria?... ¿De dónde ha salido eso?

Así se espresan las referidas constituciones de la órden del Cister, escritas en el año 1119 por Hugo de Macon, S. Bernardo y otros diez abades benedictinos, al tratar de la fábrica de los templos. De un hermano del rey Pipino y tio de Carlomagno, refiere Leon Hostiense que hacia en el monasterio de Monte Casino el oficio de mozo de cocina, ayudando en los ministerios mas viles que allí habia.