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Actualizado: 28 de julio de 2025
La imaginación es la maga que trasforma el mundo y lo embellece. Pero debe cuidar al mismo tiempo de bañarse á menudo en la realidad, de acercarse á cada instante á la tierra: cada vez que toque en ella sacará, como el gigante Anteo, nuevas fuerzas. El hecho tiene un valor inapreciable que en vano se buscará en las fuerzas de nuestro espíritu.
Si yo puedo ayudaros... propuso Roger. Bastante tenéis que hacer con cuidar vuestra averiada cabeza, ó lo que de ella os queda gracias al capacete que aguantó lo mejor del golpe.
Porque eso es cuestión de decir: ¡Ea!... Sí, y si me atufo no hay quien me tosa. ¿Pues qué cree usted, que a mí me costaría trabajo cuidar enfermos y dármelas de muy católica?
Su hija le hubiera arruinado con la mayor inocencia. Arrastrada por su ardiente caridad, quiso también probarse en cuidar enfermos, sobre todo aquellos que padecían enfermedades repugnantes. Supo que cerca de su casa una mujer padecía de llagas en el pecho, y tomó la resolución de ir todas las mañanas a curárselas, lo cual puso en práctica al instante.
PANTOJA. Porque en mí tendrá usted un amparo, un sostén para toda la vida. Inefable dicha es para mí cuidar de un ser tan noble y hermoso, defender a usted de todo daño, guardarla, custodiarla, dirigirla, para que se conserve siempre incólume y pura; para que jamás la toque ni la sombra ni el aliento del mal. Es usted una niña que parece un ángel.
Obligada a ayudar a mi marido, a cuidar de la hacienda, a pensar en los pormenores de la casa como las demás mujeres que trabajan y luchan, no hubiera quizá llegado adonde llegué.... Yo necesitaba un marido afectuoso, dulce, un hombre de talento que supiese dirigirme.... Hoy mismo, mamá, acostumbrada como estoy al lujo y a la vida de sociedad, me retiraría con gusto de ella, me iría a vivir a un rinconcito alegre, allá en el campo, lejos de Madrid.
Desgraciadamente el conocimiento de los hombres es uno de los estudios mas dificiles; y por lo mismo es tarea espinosa el recoger los datos precisos para acertar. Debemos cuidar mucho de despojarnos de nuestras ideas y afecciones, y guardarnos de pensar que los demas obrarán como obraríamos nosotros.
Don José era un señor excelente, que no hacía más que cuidar de su hacienda, jugar á la malilla en la reunión de la botica y dar gusto á Doña Antonia. Esta señora tenía una pasta de las mejores: cuidaba de la casa con esmero, cosía y bordaba.
Angustias, india tarasca de raza pura, era maestra en el difícil arte de cuidar y entretener a los niños. Durante varios años sirvió en mi familia, prodigando sus cuidados, sucesivamente, a los cinco hermanos que éramos.
Por eso me atreví a decirle a Raquel un día en que ponderaba el sacrificio que había hecho casándose con él, y la tristeza de consagrar su juventud a cuidar a un anciano achacoso: Vamos, tenga usted paciencia, que eso no durará mucho. Al fin se encontrará usted joven y con una buena fortuna. Sí, sí, eso me decían mis amigas al casarme; pero va durando demasiado.
Palabra del Dia
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