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Actualizado: 7 de junio de 2025
Cuando el fuego lo caliente, cuando los pequeños ríos que ahora se encuentran diseminados en sus abruptas cuencas, empujados por la fatalidad se reunan en el abismo que los hombres van cavando, contestó Isagani. No, señor Simoun, añadió Basilio tomando un tono de broma.
Se echa de ver, aunque no se supiera, que las aguas del Leman están destinadas á regar un país frances y perderse en un mar meridional ó latino; miéntras que las del Aar, pasando por románticas cuencas, han de llevarle su tesoro al Rin, el gran rio germánico, y al mar del Norte, como símbolo de esa grande y bella raza alemana, soñadora, individualista, profundamente original, semi-salvaje por su carácter y encumbrada y nebulosa por su espíritu.
Esta opinión no es mía, sino de Bory de Saint-Vincent. Los recientes descubrimientos de Maury y las leyes que ha establecido la confirman de mil maneras. En el inmenso valle del mar, bajo la doble montaña de ambos continentes, propiamente hablando no existen más que dos cuencas. «1.º La cuenca del Atlántico. 2.º La gran cuenca del mar Indico y Pacífico.»
La nariz era más prominente y afilada; los ojos brillaban hundidos en los círculos negruzcos de sus cuencas. Estos ojos empezaron á mirar al capitán humildes y suplicantes. ¡Tú! exclamó Ulises con extrañeza . ¡Tú!... ¿Qué vienes á hacer aquí?... Freya habló con una timidez de sierva.
Lo que le obligaba a caminar así no era difícil de adivinar: tras él venía la fiera gruñendo y rezongando; y al asomar al boquerón, no me impidió el frío nervioso que corrió por todo mi cuerpo, estimar la exactitud con que Pito había calificado el lucir de los ojos de aquel animalazo: realmente centelleaban entre los mechones lanudos de sus cuencas, como las ascuas en la oscuridad.
En todos los huecos de la peña había depositados gran número de restos humanos. ¿Quién los había colocado allí? ¿De qué raza procedían? Preguntas son estas que cada uno de nosotros formulaba en su interior, buscando una contestación en las descarnadas cuencas de los amarillos cráneos. El silencio y la muerte nos rodeaba en aquella misteriosa Necrópolis.
Era la Muerte, la gran señora, la emperatriz del mundo, que se mostraba a él con su blanca y mate majestad, en pleno día, desafiando los esplendores del sol, el azul del cielo, el verde luminoso del mar. El reflejo del astro moribundo ponía una chispa de maligna vida en el óseo rostro de palidez de hostia, en la lobreguez de sus negras cuencas, en su sonrisa que daba espanto... ¡Sí; era ella!
Nada hay que se asemeje tanto á la transformación continuada de nuestra sangre, venosa y arterial. El aspecto del globo es al parecer, mucho más comprensible, si se clasifican las regiones, no por cordilleras, sino por cuencas marítimas.
En las playas y en las cuencas de lagos y mares, las hiladas de residuos sucesivamente depositados guardan mayor regularidad, porque las aguas no tienen el ímpetu de las ondas fluviales y todo cuanto recibe su superficie se tamiza á través de la profundidad de sus aguas; y allí permanece, sin que nada turbe la acción igual de las olas y las corrientes.
Allí se siente el soplo de las neveras mas penetrante; los rumores son mas acentuados; las cuencas de los lagos tienen, permítaseme la expresion, mucho de personal, privativo y soberanamente original. Así como los lagos Leman y de Neuchâtel tienen un aspecto frances, los de Thun y Brienz lo tienen aleman.
Palabra del Dia
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