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Este medicamento, repetimos, exige la participacion activa del sistema arterial; pero, puesto que hemos escluido en general de su accion las afecciones del bajo vientre y del útero, preciso es establecer una notable escepcion, comprendida sin embargo en la regla general.

En esto difiere esencialmente del acónito que obra electivamente sobre la circulacion arterial, aproximándose mucho al centeno cornezuelo; 6.º por las estancaciones y congestiones, en fin, que produce en los capilares venosos, y en los vasos y gánglios linfáticos.

El acónito está tanto menos indicado en el viejo, cuanto mas predomina el sistema venoso y con él los síntomas de una descomposicion incesante é irreparable. Entre estas dos épocas de la vida, hay una, en la que la circulacion arterial goza de toda su plenitud de accion desde la pubertad hasta la edad madura.

Tampoco han faltado médicos eminentes que asignen á la inflamacion una falta de vitalidad y de tono del sistema sanguíneo, aun el arterial; la fiebre para estos no es mas que un signo de debilidad de la vida, relativamente á la potencia de la causa morbosa. Esto es opuesto á lo que pretende la escuela vitalista en sus opiniones sobre la reaccion; todo lo cual nos importa poco.

La accion del acónito sobre el corazon y el sistema arterial se manifiesta en la universalidad de sus síntomas con una persistencia notable, que tambien se halla en el fondo de otros medicamentos con diferencias de forma que les son peculiares. Ello es que esta accion se manifiesta por el intermedio del sistema nervioso.

En las personas muy linfáticas y de constitucion floja, el acónito tiene menos accion y desenvuelve menos síntomas nerviosos. La grande utilidad de este medicamento está en las enfermedades febriles de la infancia en la que el sistema nervioso nunca está completamente dominado por el sanguíneo; en esa edad de la vida vegetativa que precede á la del sistema arterial.

Vivía como un viajero más, insignificante glóbulo circulante de la gran red arterial que el ansia del viaje extiende sobre el continente. Pero esta vida de continuo movimiento, con monotonías abrumadoras e inesperadas aventuras, satisfacía sus instintos atávicos, las aficiones heredadas de sus remotos ascendientes, grandes visitadores de pueblos nuevos.

Nada hay que se asemeje tanto á la transformación continuada de nuestra sangre, venosa y arterial. El aspecto del globo es al parecer, mucho más comprensible, si se clasifican las regiones, no por cordilleras, sino por cuencas marítimas.

Esta regularidad en el desenvolvimiento de los síntomas febriles del acónito es tal, que la enfermedad aguda que se separa notablemente de ella, no corresponde á este medicamento. El acónito, ha dicho Hartmann, se dirige perfectamente á los síntomas nerviosos que despiertan el consensus del sistema arterial y le dominan en el estado normal.

Es necesario para que este medicamento sea útil, que la plétora sea irritativa, arterial, mas bien por esceso de oxigenacion de la sangre en el pulmon, que por esceso de quilificacion: esta plétora del acónito afecta mas especialmente el pulmon izquierdo y el corazon; su efecto es casi nulo en el esceso de la hematosis, porque estiende su accion igualmente á la sanguificacion que á la vida vegetativa.