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El refrán lo dice: a mal Cristo, mucha sangre. En la poesía lírica, si bien se considera, acontece lo mismo que en la epopeya y el drama.

Detúvose aquí algún tiempo para recobrar así él, como sus compañeros, las fuerzas con que proseguir el viaje hasta la Reducción de San Francisco Xavier y de esta manera tuvo comodidad y tiempo para confirmar á los Bohocas en el amor de Cristo y devoción á la santa cruz.

La afición, pues, al regalo, á la pompa, á ciertos refinamientos y elegancias y al dinero que lo proporciona todo, no deja de ser natural que se haya infiltrado en las almas de los decaídos sucesores de Francisco Javier, de Francisco de Borja, y de tantos y tantos gloriosos misioneros, confesores y mártires de la fe de Cristo.

Puso el Cristo en su sitio, regocijándose mucho con la admiración que producía el bronce en los circunstantes, y después salió a dar órdenes a Estupiñá. «Vaya usted a la parroquia para que acompañe al Santísimo, y diga que traigan pronto las velas que se han de repartir aquí».

Pues, aunque usted se guasee, seremos amigas... y nadie tendrá que decir de ni esto, para que usted lo sepa... Porque voy a portarme... ¡Cristo, cómo me voy a portar ahora! Mi hijo, mi hijo, y nada más... Vaya, ¿me sostendrá usted que no se sonríe ahora?

Valentín les miraba sin orgullo ni cortedad, inocente y dueño de si, como Cristo niño entre los doctores.

21 mas cómo vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; él tiene edad, preguntadle a él; él hablará de . 22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos; porque ya los judíos habían conspirado, que si alguno confesase ser él el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

Yo gocé inocentemente en hacerle ver y admirar todas sus bellezas; las espléndidas vistas que desde la Patriarcal quemada se admiran; la plaza del Rocío y las anchas calles paralelas que después del terremoto hizo construir Pombal; el espléndido Terreiro do Pazo; la soberbia anchura con que frente de él se dilata el Tajo, como para recibir todas las escuadras del mundo; el risueño camino que va por su orilla derecha, llena de quintas, palacios y graciosos jardines, hasta la desembocadura, cerca de Pazo de Arcos; y sobre todo, el admirable templo de Belén, con sus esbeltos y aéreos pilares, exquisita muestra de la original arquitectura manuelina y digno monumento de la más noble hazaña de los portugueses, cuando, en edades para nosotros más dichosas, competimos en descubrir y recorrer el mundo y en dilatar por mares y por tierras remotas o ignoradas la civilización de Europa y la fe de Cristo.

Para usted es una vileza lo que para sería un acto noble y generoso, propio de un imitador de Cristo. No nos entendemos en lo que se refiere a lo que es dignidad o indignidad... Lo siento por usted, padre repuso el mayorazgo, tendiéndole la mano. Y yo por usted, D. Álvaro. Buenas noches.

Tenía colgado de la pared un Cristo de marfil, clavado en una cruz de ébano, y de rodillas ante él, rezó y pidió perdón de sus pecados y de las blasfemias y maldades que acababa de escribir a fin de libertarse de ellas y de no volver a pensar en ellas, si era posible.