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¿Quién me dice que usted no me engaña? Le creo capaz de todo para conseguir sus fines. ¿Cómo no habría yo sospechado ni visto nada de su intimidad? Tiene usted mucho interés en mentir para que le crea fácilmente. No se trata ya de discutir, dijo fríamente. Sepa usted que el mismo Jacobo me ha dado los detalles que acabo de contar.

Cuando vio que no entraba sino ella, casi se cayó la emoción le paralizaba la lengua. Señor doctor, habiéndose enfermado mi padre... Señorita..., señori... ta, crea que... ...no puede concurrir y me... ¡Valiente!... Tanta incomodidad... ¡Tome usted asiento! ...¡envía con estos papeles para que usted los revise!

O es un olvido de las ideas sociales y morales que todos los hombres nos debemos, ó es el sacrificio de aquellas ideas venerandas, en aras de una fantasía que crea aquí tambien una forma hipócrita, para hacer bello aquel sacrificio con los ornatos de un arte servil y egoísta. ¡Tambien entra aquí el palaustre!

¿Será acaso que por esta misma abundancia de novelas se necesite emplear un arte exquisito y profundo para que sobresalga entre todas las demás la que nosotros escribamos? Yo lo niego redondamente. El buen gusto, el delicado juicio estético, si no está en contradicción crea notable confusión en este punto.

La música, en la perfección de su pureza, crea lo bello, sin necesidad de imitar nada. Lo crea en el tiempo, por medio del sonido, sin enseñar ni amonestar, pero sin inducirnos en error, ni equivocarse tampoco.

No crea usted que hemos salvado todas las dificultades. Cuando el Guarinó está tan manso, tengo miedo del Mesuno. ¡Pero con unas libras más de vapor!... ¿Y no hay peligro de volar!... ¿Quién piensa en eso, señor?

Pero no se crea por esto que los rechazamos en absoluto, puesto que los sacramentales españoles, con todas sus faltas, son obras poéticas de mérito incomparable, y sus mejores poetas, haciendo uso de su poco común ingenio y de su arte, han sorteado los inconvenientes casi siempre inseparables de este género literario, si no en todas sus composiciones, á lo menos en las más notables.

Ya lo he dicho en otro lugar, y voy á decirlo aquí otra vez. El que crea que no necesita leerlo dos veces, que lo pase por alto; pero casi me atrevo á decir que aunque lo leyera todos los dias, no perderia el tiempo. Una virtud moral que se llama recato. Una virtud física que se llama aseo. Una virtud social y religiosa que se llama caridad.

Pero ya no hay quien crea en las leyendas antiguas, que no son para la humanidad mas que poéticos recuerdos; han ido á juntarse con los sueños, y el espíritu del investigador, apartado por fin de tales ilusiones, persigue con mayor avidez la verdad.

Aunque alguno no me crea, su nítida corbata blanca le sentaba a maravilla. ¿Era debido esto a que la usaba desde su más tierna infancia, o porque se surtía de ellas en alguna tienda afamada? Yo opino que eran ambas razones a un tiempo.