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Actualizado: 6 de junio de 2025


Era menester que Gonzalo corriese a casa y trajese una butaca. Ahora, siéntate aquí a mis pies. El mancebo se postraba y besaba con entusiasmo los manos que la gentil esposa le tendía. ¡Sansón y Dalila! exclamaba ella riendo y hundiendo sus manos como copos de nieve en la rubia y rizada barba de su marido. Tienes razón respondía él dando un suspiro. Un Sansón sin cabellos.

No; no era verdad que ella corriese tantos peligros casándose con él. Lo juraba a fe de Juanito Peña. ¡Su familia...! ¿Pero es que hacía gran caso de él? Podría casarse con quien quisiera, sin miedo a disgustos ni protestas.

Pero lo hermoso de la Ilíada es aquella manera con que pinta el mundo, como si lo viera el hombre por primera vez, y corriese de un lado para otro llorando de amor, con los brazos levantados, preguntándole al cielo quién puede tanto, y dónde está el creador, y cómo compuso y mantuvo tantas maravillas.

Eran de los más feroces de la banda; hombres que sentían una impaciencia homicida, al ver que transcurrían las horas sin que corriese la sangre. Las manos; enséñanos las manos rugieron rodeándole, elevando sobre su cabeza las cuchillas cuadradas y relucientes. ¡Las manos! contestó de mal humor el joven, desembozándose. ¿Y por qué he de enseñarlas? No me da la gana.

Esta idea de las cosas malas arrojadas infamemente en la riquísima agua de Madrid, con el objeto puro y simple de matar a la gente, cayó en el magín del populacho como la llama en la paja. No ha habido idea que más pronto se propagase ni que más velozmente corriese, ni que más presto fuera elevada a artículo de fe. ¿Cómo no, si era el absurdo mismo?

» Tío repuso Antoñita levantándose, le juro por las estrellas que tachonan el cielo y por la luna que nos alumbra con su suave resplandor, que si me fuese factible el dar mi salud a Magdalena, se la daría con toda mi voluntad. ¿No sería mejor que el peligro en que se encuentra, lo corriese una triste huérfana como yo, que no ella rodeada de riquezas y de afecto?

Tenía fiebre, agitábase furioso, como si aún corriese por el cauce de la acequia cazando al hombre, y sus gritos asustaban á los pequeños y á las dos mujeres, que pasaron la noche de claro en claro, sentadas junto al lecho, ofreciéndole á cada instante agua azucarada, único remedio casero que lograron inventar. Al día siguiente la barraca tuvo entornada su puerta toda la mañana.

En aquella labor se emplean sirviéndoles, varones eminentísimos en las artes de la paz y de la guerra: grandes capitanes, aventureros audaces, navegantes y misioneros, astutos hombres de Estado, sabios jurisconsultos y teólogos; y, por último, para que la elegante brillantez corriese parejas con el encumbramiento político, gloriosos y fecundos poetas e inspirados artistas.

Palabra del Dia

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