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Actualizado: 6 de julio de 2025
Los principiantes no deben fiarse en las dósis miasmáticas, imponderables, infinitesimales, dinamizadas, como quieran llamarlas, sin estar antes convencidos por sí mismos de su eficacia en los casos en que la accion del medicamento esté en relacion con la enfermedad. La última ilusion que les abandona, es la que les hace recordar el gran poder curativo de las dósis fuertes.
Alguno de sus innumerables golpes había de tocar forzosamente al mal espíritu, obligándolo á huir; y cuando, al fin, caían todos en tierra extenuados, la tranquilidad volvía á ellos, convencidos de que el enemigo estaba ya lejos de su campamento. El español creía notar ahora en la Presa la presencia de Gualicho, el diablo pampero, maligno y enredador. Empujaba á los hombres unos contra otros.
En Arabia, los fanáticos soberanos de Wahabites hacían tapar cuidadosamente todas las fuentes termales y minerales, por temor á que sus súbditos, convencidos de la virtud de las aguas de sus manantiales, se olvidaran de poner toda su confianza en el solo poder de Alah.
Convencidos sin duda de esta importante verdad, puesto que los mismos hemos de ser, ni nos cansamos en leer, ni nos molestamos en escribir en este buen país en que vivimos. ¡Oh felicidad de haber penetrado la inutilidad del aprender y del saber! Mira aquel librero ricachón que cerca de tu casa tienes.
Pero todos estaban convencidos de su lealtad; y aunque ignoraba los planes secretos de su amo, su conocimiento de la disposición interior del castillo, y de las medidas tomadas en él, lo hacían un auxiliar precioso.
Eran correajes y fusiles, y sobre éstos las blancas cogoteras de los tricornios de una pareja de la Guardia civil. Los dos soldados del orden se aproximaron lentamente, con cierto desmayo, convencidos sin duda de haber sido adivinados de lejos y llegar demasiado tarde. Jaime era el único que los miraba; los demás fingían no verles, con la cabeza baja o puestos los ojos en distinta dirección.
La gloria de cargar sobre la infantería francesa perteneció tan sólo a las primeras filas, aunque no les duró mucho el regocijo, porque los enemigos, convencidos ya de que no tenían fuerza bastante para hacernos frente, tomaban a toda prisa el camino de Bailén.
Convencidos aquellos bárbaros de las razones, y movidos de las súplicas del Apostólico Padre, prometieron hacer las amistades con las tierras confinantes y luego con las más remotas. Habiéndose detenido para esto allí dos días, pasó adelante acompañado de algunos paisanos.
Allì fueron los monos celebrados Por cabritos, y mas enternecidos, Tigres, osos, leones, desusados Manjares, de la hambre convencidos. Comiamos: empero tal me via, Que con la hambre pura no dormía.
Hasta el encargado del horno dejó quemarse una fila de panes para ayudar a contenerle, y nadie pensaba sujetar al agresor, convencidos todos de que el infeliz no había de pasar de su primer arrebato. Apareció el dueño del horno. ¡Qué oído el de aquel tío! Le habían despertado los gritos y el pataleo, y allí estaba, casi en paños menores.
Palabra del Dia
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