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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Todo lo oía Camacho, y todo le tenía suspenso y confuso, sin saber qué hacer ni qué decir; pero las voces de los amigos de Basilio fueron tantas, pidiéndole que consintiese que Quiteria le diese la mano de esposa, porque su alma no se perdiese, partiendo desesperado desta vida, que le movieron, y aun forzaron, a decir que si Quiteria quería dársela, que él se contentaba, pues todo era dilatar por un momento el cumplimiento de sus deseos.

Luego, más tarde, no se contentaba con el placer de confundirme, sino que le gustaba darme celos. Yo estaba enamorado. ¿Enamorado? Realmente no si estaba enamorado, pero que pensaba en Dolorcitas a todas horas, con una mezcla de angustia y de cólera.

Había llegado a los treinta y cinco años y la codicia del poder era más fuerte y menos idealista; se contentaba con menos pero lo quería con más fuerza, lo necesitaba más cerca; era el hambre que no espera, la sed en el desierto que abrasa y se satisface en el charco impuro sin aguardar a descubrir la fuente que está lejos en lugar desconocido.

Uno es uno y otro es otro.... serás en mi casa el amigo de siempre, y en mi corazón ocuparás, mientras viva, un lugar de preferencia. Raimundo se contentaba con sonreír forzadamente. Así llegaron otra vez al sitio donde estaba el coche. Dentro, la dama siguió locuaz. El, a medida que se acercaban a Madrid, se iba poniendo más pálido. Ya no sonreía.

Es que... entiéndelo bien... nunca me resignaré a que mi amor sea cosa de juego. Yo podré no tener exigencias ridículas; pero tampoco me dejaré tratar como... ya me comprendes. Don Juan, no sabiendo qué responder a tan sinceros avisos, se contentaba con mirarla rendidamente.

Lo peor era que la displicente señora echaba a Pez la culpa de la irreligiosidad de la prole. , él era un ateo enmascarado, un herejote, un racionalista, pues se contentaba con oír misa sólo los domingos, casi desde la puerta, charlando de política con D. Francisco Cucúrbitas.

Mi tío parecía distraído, y yo, temiendo contrariarle, me contentaba con mirarle de vez en cuando a hurtadillas. »Está muy cambiado, aunque para las personas indiferentes tal vez pasaría inadvertido este cambio. Pero a no se me oculta: yo veo más arrugas en su frente, menos brillo en su mirada y más preocupación en toda su actitud.

Ya no se contentaba con reunir en su casa a la juventud laciense y bailar de vez en cuando por condescendencia.

Anoche parecía resuelto o poco menos a una solución pacífica, se contentaba con que usted desapareciera; y hoy, cuando fui a verle me encontré al señor de Ronzal, que está presente, al lado del lecho de mi amigo». Ronzal saludó. Mesía se había puesto muy pálido. Estaba metiendo ropa blanca en un mundo y suspendió la tarea. De modo que... Que tiene usted que buscar padrinos.

Esta sentencia afectó a la de Rufete, haciéndole pensar en lo cara que a ella sola le costaba la armonía de todos. Enjugándose otra vez las lágrimas, dijo así: «¡Y si viera usted qué bueno ha sido siempre!... ¡Cuánto nos quería! No tenía más que un defecto, y es que nunca se contentaba con su suerte, sino que aspiraba a más, a más.

Palabra del Dia

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