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Actualizado: 24 de junio de 2025
Ora nos agrade o nos desagrade, ora nos tenga cuenta, ora no nos tenga cuenta, si el super-hombre ha de venir, vendrá pese a quien pese. Ni conservadores ni retrógrados podrán impedirlo. Sobre este punto Nietzsche y Gener se hallan en perfecta consonancia. Veamos ahora en lo que disienten y en lo que Gener, en mi opinión, con muchísimo juicio, enmienda a Nietzsche la plana.
Queremos el voto para venderlo. La ley que nos ha proporcionado el derecho a votar nos ha asegurado con él una renta vitalicia. Un voto puede valer cinco, diez, veinte, cien, hasta doscientos duros. Muchos hombres en España ganan con su trabajo cincuenta duros al año, y con el voto obtienen el doble y el triple. Claro que es preciso votar a los candidatos conservadores.
La autoridad tuvo que intervenir muchas veces para aconsejar prudencia y tolerancia á ciertas amazonas, que, acordándose de los malos tratos sufridos en otros tiempos, daban todas las noches una paliza á sus maridos. Todavía quedan entre nosotras espíritus conservadores y tradicionalistas que guardan un odio implacable al antiguo tirano.
Allí acudían, como todo el mundo sabe, personajes tan arcaicos y retrógrados como D. Primitivo, don Juan Crisóstomo, el cura de Vegalora y el de la Segada; conservadores partidarios del justo medio como D. Lino Pereda, D. Ignacio Valcárcel y otros; liberales templados como D. Baltasar Rodríguez, el juez y el promotor fiscal, y, por último, republicanos federales socialistas con todas sus consecuencias como Paco Ruiz y su sabio amigo el joven krausista Homobono Pereda, hijo de D. Lino.
A los primeros meses de su llegada, todo era hablar de la Corte, de sus buenos amigos, de ministro Tal, ex-ministro Cual, disputado C, escritor B; no había suceso político, escándalo cortesano del que no estuviese enterado en sus mínimos detalles, ni hombre público de cuya vida privada no conociese los secretos, ni podía suceder nada que no hubiese previsto ni dictarse una reforma sobre la que no le hubiesen pedido anticipadamente su parecer y todo esto sazonado de ataques á los conservadores, con verdadera indignacion, de apologías del partido liberal, de un cuentecillo aquí, una frase allá de un grande hombre, intercalando como quien no quiere ofrecimientos y empleos que rehusó por no deber nada á los conservadores.
Al mismo tiempo que romántico, feudal y sostenedor de los conservadores agrarios, es un hombre del día: busca las soluciones prácticas y muestra un espíritu utilitario, á la americana. En él se equilibran el instinto y la razón. Alemania, guiada por este héroe, había ido agrupando sus fuerzas y reconociendo su verdadero camino.
La aventura única en su vida de hombre de partido, fue que cierto día, un personaje político célebre, exaltado entonces y que con armas y bagajes se pasó a los conservadores después, entrase en su tienda a pedirle el voto para diputado a Cortes. Desde aquel supremo momento quedó mi señor Joaquín rotulado, definido y con marca; era progresista de los del señor don Fulano.
La Acción Francesa le apoyará; saldrá usted con dos conservadores, que se disfrazarán de moderados; yo y Chaulard, el liquidador, corremos con los gastos...» ¿Qué hubiera hecho usted en mi lugar...? Hubiese aceptado. ELOY. ¡Yo lo rechacé! ¡No se ha hecho ese pan para mis dientes! EL JUEZ. ¡Bah! ¡La cuestión es comer!
¿Dónde está el cristianismo de la Alemania presente?... Hay más espíritu cristiano en el socialismo de la laica República francesa, defensora de los débiles, que en la religiosidad de los junkers conservadores. Alemania se ha fabricado un Dios á su semejanza, y cuando cree adorarlo, es su propia imagen lo que adora.
Todos los ingenios mozos y viejos, conservadores y liberales, unidos por el amor a la belleza. Me seducían las estrofas de Justo Sierra.... Aun ahora las recito con el entusiasmo de los diez y nueve años. Los jóvenes de aquella época se cuidaban poco o nada de la política.
Palabra del Dia
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