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Actualizado: 17 de octubre de 2025


»El amor del descreído es inmenso. El descreído consagra a un objeto despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse a su ideal divino. »En fin, ¿para qué cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de día he estado oculto. Tengo vergüenza de que la gente me vea.

Bien sabido es que, en mucha parte, a la posesión de aquellos atributos escogidos, debe referirse la significación humana que el espíritu francés acierta a comunicar a cuanto elige y consagra . Las ideas adquieren alas potentes y veloces, no en el helado seno de la abstracción, sino en el luminoso y cálido ambiente de la forma.

Una columna de piedra erigida en 1822 por la república friburguesa consagra en el centro mismo de su campo la memoria de esa batalla, de tan fecundos resultados para los Suizos. Morat es el centro de la minoría de reformados que hay en el canton de Friburgo. Buen trabajo nos costó el hacernos abrir un hotel en Friburgo, á las diez de la noche, cuando bajamos de la diligencia.

Y vi en la misma austeridad con que está educada la garantía de que para Clarita no podía ser el matrimonio el medio de satisfacer y aun de santificar, merced á un lazo sagrado é indisoluble, una pasión violenta, profana y algo impía, ya que consagra al hombre cierta adoración y culto que á sólo Dios se debe, y una ilusión caduca, efímera, que se disipa tanto más pronto cuanto más vivo y ardiente es el resplandor con que la fantasía la finge y colora.

Para dar principio á la fiesta, la vieja más devota y al parecer más santa, saludando al cacique con reverente inclinación, baja la cabeza, que hiere el cacique ligeramente tres veces con una piedra curiosamente labrada; después da vueltas de rodillas á todo el templo con grandes suspiros y devoción; luego el Mapono bendice todas las partes del templo para santificarle, y con otras ceremonias, que sería largo contar, consagra aquel lugar; y por último, se fenece la fiesta con una gran comida y celebrando un solemne festín de músicas y bailes.

»Mas he aquí que en un momento dado pasa un extraño, ve a tu hija, le desliza unas cuantas palabras al oído, y no bien las ha escuchado cuando le consagra un amor más intenso que el que te profesa a ti y te deja por él y entrega para siempre a ese extraño su vida, que es la tuya. Cúmplese así la ley de la Naturaleza; ésta mira siempre a lo futuro. »¡Y, ay de ti, si profieres una queja!

Pero el rudo, el que apenas sabe sino confusamente lo que es ciencia, lo que es virtud y lo que es Dios, consagra sin reflexionar ese afecto, en él casi instintivo, a un ídolo visible, corpóreo, de bulto. Juanita era este ídolo para Antoñuelo. Juanita era también su oráculo.

El más provocativo de todos debió ser La Zarabanda. El P. Mariana le da tanta importancia, que consagra á combatirla un capítulo de su libro De spectaculis, diciendo que ella sola ha hecho más daño que la peste. En el impreso mencionado, además de La Zarabanda, se habla de otros muchos bailes parecidos, cuyos nombres provienen de las palabras, con que comienzan las estrofas que los acompañan.

Todo autor, por frío y desamorado que sea, consagra á cuanto escribe, aunque lo estime en poco, un amor semejante al que tienen los padres á sus hijos, á quienes aman aunque sean feos y no bonitos, enfermizos y no robustos, tontos y no discretos.

Los pocos narradores de aquellas islas habrán podido equivocarse, es más, de hecho se han equivocado en algunas cosas; en cambio M. Arago, escritor á quien aludimos, es muy posible no haya dicho una sola verdad en las páginas que consagra á las Marianas. Mas continuemos su historia.

Palabra del Dia

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