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Actualizado: 26 de junio de 2025


En ellas se lee la division que de la Peninsula hicieron, tomando dos partes para los godos, i dando una á los romanos: nombre con que conocian á los españoles de aquel tiempo.

El palacio de Salomón era inmenso, y la sociedad en él muy amena. Multitud de poetas y de tocadores de arpas, tímpanos y salterios, le regocijaban de continuo. Allí había diestras bailarinas, artistas ingeniosos que hacían muebles elegantes y otras obras de extremado primor, y los mejores cocineros que entonces se conocían.

Lleguéme a mucha gente a preguntar por Alonso Ramplón, y nadie me daba razón de él, diciendo que no le conocían. Holgué mucho de ver tantos hombres de bien en mi pueblo, cuando, estando en esto, al precursor de la penca hacer de garganta, y a mi tío de las suyas.

Pues tratada en materia de afeites, cuervos entraban y les corregía las caras de manera que al entrar en sus casas, de puro blancas no las conocían sus maridos. Enlucía manos y gargantas como paredes, acicalaba dientes, arrancaba el vello; tenía un bebedizo que llamaba Herodes, porque con él mataba los niños en las barrigas, y hacía malparir y mal empreñar.

Cuatrocientas leguas... o tal vez eran más. No se habían mensurado, pero se extendían desde los Andes hasta cerca de Salta. Todos allá conocían el pleito de los Vargas del Solar: hasta los papeles de Buenos Aires habían hablado de él en varias ocasiones.

Al anochecer se nos ordenó marchar río arriba, lo cual no comprendimos ni poco ni mucho hasta que algunos compañeros, que eran del país y conocían el terreno, nos dijeron que íbamos buscando el vado del Rincón para pasar al otro lado.

Luego se vio que no era peligro ni sistema, ni siquiera novedad, pues todo lo esencial del Naturalismo lo teníamos en casa desde tiempos remotos, y antiguos y modernos conocían ya la soberana ley de ajustar las ficciones del arte a la realidad de la naturaleza y del alma, representando cosas y personas, caracteres y lugares como Dios los ha hecho.

Los empleados, que le conocían vagamente como pariente del principal, volvieron á enfrascarse en su trabajo, mientras Sanabre, todavía atolondrado por la inesperada visita, le ofrecía una silla junto á la ventana. El doctor explicaba su presencia allí. Había bajado de Gallarta, llamado por la mujer de un antiguo contratista que ahora vivía en el Desierto. Inconvenientes de la popularidad.

No conocían la vida de sociedad con sus fiestas y saraos, como los aristócratas de otros países. Los padres de la Compañía, para asegurar su influencia, predicaban contra los bailes, como invenciones del demonio, propias de otras tierras que no habían gozado la gran dicha de heredar las sanas y virtuosas costumbres de Vizcaya.

Don Quijote se ofreció a hacer la guardia del castillo, porque de algún gigante o otro mal andante follón no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba. Agradeciéronselo los que le conocían, y dieron al oidor cuenta del humor estraño de don Quijote, de que no poco gusto recibió.

Palabra del Dia

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