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Actualizado: 4 de junio de 2025
Al este de aquella se elevaba el terreno, cubierto de verdes viñedos en verano, por entre los cuales serpenteaba el camino que conducía al interior, muy frecuentado de ordinario pero solitario aquel día en que todos, así viajeros como habitantes de la ciudad, formaban parte de la multitud espectadora.
Después de preguntarse por la salud y de unas cuantas frases superficiales, Tristán abordó con premura, pero en tono afectadamente sosegado, la magna cuestión que allí le conducía.
Por tanto, quiero poner aquí una carta que me escribió un compañero mío, á quien lloro y reverencio á un tiempo, el cual, con otros cuarenta y tres de la Compañía que conducía á la provincia de Quito, su procurador general Padre Nicolás de la Puente, por impenetrables consejos de Dios, se ahogó en el navío Caballo Marino que se fué á pique el año de 1717.
Entretanto el señor Domingo iba a reunirse con sus vendimiadores y se alejaba lentamente, la escopeta descargada, seguido de los perros cansados; mas apenas hubo dado algunos pasos en el sendero que conducía a sus viñas fuimos testigos de un encuentro que me encantó.
Creí que no acabaría nunca de bajar la escalera de piedra que desde mi aposento conducía al salón de ceremonia. Dos veces me vi obligada a apoyarme... En fin, reuniendo todas mis fuerzas, entré con los ojos bajos y sin poder apenas sostenerme.
Y aun sin la previsión del arrepentimiento de usted, ella veía cerrado a su paso el camino que conducía al nuevo gozo. Todas estas ideas que la desgraciada había examinado detenidamente, debían presentársele con mayor urgencia, más impertinentes, más funestas después de lo que usted la dijo. ¿Qué momento escogió usted para hablar? El más grave.
Y subían hasta lo alto de la montaña; pasaban la divisoria, y recorrían otro valle, y así todo el camino, sin detenerse nunca. Tanto anduvieron que la pluma, sintiendo satisfecha su curiosidad, se arremolinó, dió varias vueltas sobre sí misma, y dijo al genio que la conducía: «¿Sabes que hemos corrido bastante? ¿No convendría elegir sitio para descansar un rato? ¡Ay, amigo!
La mañana era hermosa; el cielo estaba claro y profundo como un mar azul; el sol desprendía del follaje de las encinas un perfume penetrante que dilataba los pulmones y daba bienestar al corazón. Catalina salió de su choza y se adelantó hasta la orilla del bosque, por un sendero que, dando varios circuitos, conducía a la calzada de la aldea de Orsdael.
A la derecha de la nave dos puertas, no muy grandes: la una conducía a la sacristía, la otra a la habitación que hacía de coro. De allí venían los flauteados de un harmonium tañido candorosamente en los acordes de la tónica y la dominante, y con las modulaciones más elementales; de allí venían también los exaltados acentos de las dos o tres monjas cantoras.
Mi tío, a pesar de mi repentina resolución de disimulo, veía claramente, pero se conducía con prudencia. No podía impedir al señor de Couprat que amara a su hija, ni renunciar al proyecto que tanto él como el comandante acariciaban desde hacía tiempo.
Palabra del Dia
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