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Actualizado: 18 de junio de 2025
Pues señor, revienta Doña Silvia, y empuñadas por Rufina las riendas del gobierno de la casa, la metamorfosis se marca mucho más. A reinados nuevos, principios nuevos. Comparando lo pequeño con lo grande y lo privado con lo público, diré que aquello se me parecía á la entrada de los liberales, con su poquito de sentido revolucionario en lo que hacen y dicen.
Evitando los inconvenientes de abandonarse demasiado á peligrosas adivinaciones, aprovechándose sólo de sus anteriores conocimientos, comparando lo extranjero con lo nacional y lo pasado con lo presente, llega á completar sus noticias parciales y á aclarar sus dudas.
Los amigos que le oían quejarse, comparando la exigüidad de la paga con la muchedumbre de bocas que constituían su familia, le consolaban cada cual a su manera; pero él decía invariablemente: «y sobre todo, me lo pueden creer, lo que más me contrista es no estar en mi ramo». Su ramo era la Hacienda.
Y comparando proceder con proceder, Anita encontraba abominable el del clérigo. Y le faltó tiempo para decírselo a don Álvaro. En tono confidencial, que al lechuguino le supo a gloria, le fue diciendo, cuando pudo hablarle sin que los oyeran: ¿Qué le parece a usted la conducta del Magistral? ¿Que le había de parecer a don Álvaro? ¡Abominable! ¿Pues qué era lo que él, don Álvaro, tenía dicho?
El diablo se ha quedado de señor para todo el invierno. Pero Ovejero necesitaba ir al encuentro del diablo, para hacerse amigo de él y que no lo atormentase más. Siguió adelante, hasta llegar á la terrible Puna. Entró en el inmenso desierto sin agua y sin vegetación. Se infundía valor comparando su viaje actual con el que había hecho dos años antes. Ahora no iba solo.
Milagros se hacía mostrar todo lo de la tienda, revolvía, comparando; pasaba del brusco antojo al frío desdén; regateaba, y concluía por adquirir diferentes cosas, cuyo importe cargábanle en su cuenta. Rosalía, si algo compraba, después de pensarlo mucho y dar mil vueltas al dinero, pagaba siempre a tocateja.
Cuando volvía pensativo, en la dirección de Hyde Park, pasando por entre los grupos animados de la opulenta calle de Oxford, me decía con tristeza: «¿De qué sirve toda esta grandeza deslumbradora, si ella es el testimonio de un malestar profundo consistente en las mas crueles y dolorosas desigualdades? ¿Es esta la civilización? ¿Es este el progreso, ó es mas bien la decadencia? ¿Esta sociedad no está en peligro inminente de una descomposición completa? ¿Este coloso que se llama Inglaterra no está minado por su base?» No encontrando fácil solucion á tales problemas, y comparando á Lóndres con los pobres pueblos de Colombia me dije luego: «Nó! la civilizacion no es el refinamiento del bien y del mal, no es la exuberancia de prodigios, de invencíones y descubrimientos!
La tez bronceada de los Moxos, no tan subida como la de los Chiquitos y de los Chapacuras, tira un poco al amarillo; sin embargo, es tan poco marcada la diferencia, que solamente puede notarse comparando un gran número de individuos juntos. Su estatura, mayor que la de los Chapacuras, es de cinco piés y seis pulgadas; pero tomado un término medio, queda reducida á cinco piés y dos pulgadas.
Habló después de la dura-máter, de los hemisferios, de los lóbulos frontal, parietal y occipital, de la hoz del cerebro y de la tienda del cerebelo. En este punto tuvo una ocurrencia feliz, comparando bellamente las circunvoluciones de la sustancia gris a un montón de intestinos arrojados al acaso.
Tales son las enseñanzas que suministran el presente y el pasado de España, comparando la situación social de sus cuatro grupos mas característicos. ¿Qué es lo que en justicia puede augurarse acerca del porvenir de esa nacionalidad?
Palabra del Dia
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