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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Todos los comensales se pusieron de pie a la entrada, del corregidor, quien, sin hacer atención en el cacique don José Gabriel, se dejó caer sobre la silla que éste ocupaba, y el noble indio fué a colocarse a otro extremo de la mesa, sin darse por entendido de la falta de cortesía del empingorotado español.

En tal momento se alzó de su silla el médico de las minas, y después de pasear su negra mirada agresiva por los comensales, alzó una copa y dijo: El egregio duque de Requena nos acaba de decir, con una modestia que le honra, que el secreto de su fortuna estaba simplemente en el trabajo y la honradez. Permitidme que lo dude.

Este himno de corte clásico, y que bien puede compararse, sin desmerecer, con los más inspirados de los sacerdotes salios, en el caso de que conociésemos alguno, despertó inmediatamente en los comensales y en el público mil ideas de progreso indefinido y perfectibilidad.

La comida avanzaba, y la locura de los comensales tocaba á su límite: las ánforas habían dado ya su última ofrenda de vino; los convidados las habían hecho llenar de nuevo, y hasta las mujeres, aturdidas, ó gritaban como furias ó callaban con perezoso recogimiento.

Dejado el pueblo atrás y comenzando ya a descender la cambera por la otra vertiente del monte, nos hallamos tope a tope con los dos comensales de marras, que estaban tomando el sol arrimados de espaldas a un vallado y apurando unas colillas.

¿, eh? refunfuñaba D. Lorenzo sin levantar la vista. Muchooo... y que probablemente vendrá un día de estos a hacerle a V. una visitaaa. Esta noticia producía siempre risa entre los comensales, que estaban perfectamente enterados de todo. No lo creo. Pues créalo V.; está muy agradecidooo. Eso lo creo murmuraba con sorna.

¡Yo prefiero a Francia! suspiró la esposa del primer secretario, una jovencita pálida de cabello rizado. ¡Ah, la Francia! murmuraron algunos comensales, poniendo los ojos en blanco. El gordo Meriskoff agitó los lentes de oro. Francia tiene un pero, que es la cuestión social. ¡Oh, la cuestión social! murmuró sombríamente Camilloff. Y conversando con tanta sabiduría, llegamos por fin al café.

Sentáronse los duques con sus comensales, ateniéndose más a la confianza que a la etiqueta, y se comió luego como se comía en aquella casa cuya mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula.

Palabra del Dia

mármor

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