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Actualizado: 24 de junio de 2025
Bermúdez de Castro, dando crédito en esto, como en otras cosas, al interesado, consigna que el Conde de Miranda, Presidente del Consejo de Castilla, declaró explícitamente á Doña Juana Coello que sólo dejando el servicio del Rey de Francia podría abrigar esperanzas de acomodar satisfactoriamente los asuntos.
Gama y Coello trataron de hacer creer a los de Melinda que España era la cabeza de Europa y Portugal la cumbre de la cabeza; que el rey portugués era el primero de los reyes y que el mismo nombre de Dios era su nombre; que con su innumerable caballería imponía respeto y subyugaba a las demás naciones; que sus naves, bien artilladas, recorrían el mar a centenares; y que las rentas y tributos, que le rendían sus vasallos y los pueblos vencidos, eran tan abundantes, que, después de pagados todos los gastos, dejaban cada luna un sobrante de doscientos mil cruzados lo menos.
-Voy á explicarlo. #Bozmediano#. Antes de dar á conocer en toda su extensión el coloquio de estos personajes, conviene dar noticias de uno de ellos, ya harto conocido por el lector. El militar que en el segundo capítulo de esta historia vimos prestando auxilio á Coletilla y después introduciéndose furtivamente en su casa, se llamaba don Claudio Bozmediano y Coello.
La vida y muerte de esta actriz sirvió para la composición de varias comedias, escritas por Guevara, Antonio Coello y Francisco de Rojas, cuyo título y protagonista eran La Baltasara.
Los tres blasones de España es, al contrario, una obra caprichosa y desordenada, cuyo argumento fué manejado también por Antonio Coello, como si Rojas solo no hubiera bastado para encerrar en ella tantos despropósitos. El primer acto es de la época de las guerras de Pompeyo en España.
Se escribió en loor de Nuestra Señora del Rosario: y como la compuesta con igual objeto por Álvaro Cubillo de Aragón y la de Antonio Coello, se diferencia de los autos sacramentales y de los escritos al nacimiento de Nuestro Señor, no sólo por su tendencia, sino también por los elementos profanos predominantes, comparados con sus alegorías.
Habían transcurrido seis meses sin variación alguna: por fin, en abril de 1599 se expidió la orden de libertad de Doña Juana Coello ; luego la de sus hijos, con licencia de reclamar la restitución de 20.000 escudos distraídos de la renta eclesiástica que correspondía al mayor, Gonzalo ; pero de Antonio Pérez nadie se acordaba.
En medio de ella, como magnífico retrato de Claudio Coello, encerrado en su marco, apareció un galán muy bizarro y apuesto, con traje e insignias de capitán, larga espada al cinto, airosas plumas en el sombrero que llevaba en la diestra, rica cadena de oro y veneras que en su pecho brillaban y espuelas, de oro también, asidas a sus amplias botas de camino.
Extraordinario número de poetas en tiempo de Felipe IV y Carlos II. Francisco de Leyba. Jerónimo Cáncer. Los hermanos Figueroa. Fernando de Zárate. Antonio Coello. Jerónimo de Cuéllar.
Nadie honrará más al teatro que él, si se precave de poner término á la acción en el acto segundo, como á veces le sucede. A Don Antonio de Coello debe decir V. M. que excitará la emulación de todos los demás poetas siempre que escriba comedias semejantes á la de El celoso extremeño.
Palabra del Dia
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