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Actualizado: 16 de junio de 2025
» Tal vez sea acertada esa previsión, papá, porque si he de ser franca, he de confesar que soy como esos cobardes que alardean de su valor si están lejos del peligro, y en cuanto se les presenta la ocasión de demostrarlo cambian en el acto de lenguaje y de actitud. ¿Cuándo me levantaré hoy? ¿Habré de aguardar, como ayer, al mediodía?
Lo que es capaz de tramar un ser de éstos, tan hipócritas como cobardes, se comprende por lo que tramó Fernando en aquellos tres años desde las mil facciones y complots realistas, alimentados por él, hasta el complot final de los cien mil hijos de San Luis, que Francia mandó al Trocadero.
Llame usted a sus criados, llame usted a los vecinos, llame usted a todo el mundo para que se enteren de que ha provocado usted a un desgraciado joven para matarle no como hacen los caballeros, con riesgo igual de su vida, sino como los traidores y cobardes, buscando la ventaja para hurtar el cuerpo.
No podia humillar mi orgullo, porque para poder mandar algun dia, es necesario primero obedecer, lisonjear y pedir, espiar las ocasiones, multiplicarse a fin de encontrarse en todas partes, y hacerse una costumbre de ocultar la verdad; ved como se consigue el dominar los espiritus cobardes y bajos, y asi son los de los hombres en general.
Estos negros, formados en caravanas, los vendían a los comerciantes de esclavos, que los llevabau a Fez, Marrakesh y Tafilete. Era difícil comprender cómo Ryp y van Stein habían llegado a dominar a aquellos bandidos moros, crueles y cobardes; pero la verdad es que los tenían en un puño. Los moros nos hubieran hecho pedazos con mucho gusto, pero Ryp nos protegió.
Pero los hombres amamos, y el amor nos hace temblar por los que nos rodean: troncha nuestras energías, nos hace caer de bruces, cobardes y trémulos ante esa bruja, inventando mil mentiras, para consolarnos de sus crímenes. ¡Ay, si no amásemos!... ¡qué animal tan valeroso y temerario sería el hombre!
Pero los hermanos eran duros de oreja, y seguían tirando. De pronto se inició en la turba el pavor de la fuga. Corrieron todos cuesta abajo, cobardes y valientes, empujándose unos a otros, atropellándose, como si les azotasen las espaldas aquellos disparos que seguían conmoviendo la plaza desierta. Juanón y los más enérgicos, contuvieron al doblar una esquina el torrente de hombres.
Pareceme, varones esforzados, Que en nuestros daños con rigor influyen Los tristes signos y contrarios hados, Pues nuestra fuerza y maña desminuyen: Tienennos los Romanos encerrados, Y con cobardes mañas nos destruyen, Ni con matar muriendo no hay vengarnos, Ni podemos sin alas escaparnos.
Para ella eran incompatibles el amor y cualquiera de aquellos nobles audaces antes, cobardes ya ante su desdén supremo. Era demasiado crédula en cuanto se refería a las cosas vanas y repugnantes del mundo en que vivía; para tales materias prefería las advertencias de doña Anuncia al propio criterio.
Yo censuro continuó diciendo vehementemente Melchor a los que acarician cualquier congoja como afanosos por conservarla el mayor tiempo posible; yo anatematizo a los que se entregan con fruición a todas las desesperaciones de cualquier dolor moral por intenso que sea, y en vez de tirarlo al último rincón lo pasean en los labios como esos pordioseros que van mostrando una llaga para excitar la caridad pública; yo me refiero a los cobardes que se rinden sin luchar por no darse el trabajo de esgrimir las armas qué tienen a la mano.
Palabra del Dia
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