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Actualizado: 10 de junio de 2025
De repente rompió en aullidos, pues no parecían otra cosa los esfuerzos de su voz para hablar a gritos. Los circunstantes podían oírle difícilmente estos conceptos: «Partirle el corazón es poco; es menester... machacárselo».
Celos infundados, por supuesto, porque jamás se le había pasado por la imaginación mirarla sino como una buena amiga... La duda se infiltró en el pecho de los circunstantes al escuchar esta afirmación. Pero nadie osó producirla. D. Laureano continuó. Ya en varias ocasiones habían tenido peloteras sobre este vano supuesto.
Abriose con violencia la puerta de la sala, y los ojos de los circunstantes vueltos hacia ella vieron con asombro el rostro pálido de un criado que exclamó dirigiéndose a su amo: ¡Señor, señor! ¿Qué ocurre? preguntó don Mariano con el acento enérgico que emplean los caracteres bien templados cuando adivinan un peligro. ¡Los soldados están ahí!
Después los circunstantes se fueron retirando lentamente y en la escalera se oyó el repique vibrante de la campanilla del sacristán anunciando que el Señor se alejaba de la casa. Quedaron solamente los íntimos. Un grupo de señoras invadió el cuarto de la enferma para felicitarla y enterarse de su estado.
Contentóse con arrojar á la tertulia una profunda mirada de desprecio, y tomando el sombrero salió de la trastienda y de la tienda sin percatarse de la sorpresa de los circunstantes. Una vez en la calle detuvo el paso, y volviendo la vista atrás murmuró: Al fin no pudo desmentir su casta... ¡Su casta de villanos! añadió con acento más colérico. Su cólera cedió, no obstante, muy pronto.
Admirados estaban todos los circunstantes, así de las razones del mozo, como de la velocidad con que hablaba, el cual, prosiguiendo, dijo: Espúlguenos el señor alcalde, mírenos y remírenos, y haga escrutinio de las costuras de nuestros vestidos, y si en todo nuestro poder hallare seis reales, no sólo nos mande dar ciento, sino seis cuentos de azotes.
¿Queremos una prueba de que quien así discurria y hablaba, no era la razon sino la ira? héla aquí evidente. Si en lo que piensa el hombre encolerizado hubíese algo de verdad, no la desconocerian del todo los circunstantes.
Los circunstantes entonces, con una gran finura, han confirmado que, en efecto, no se me notaba nada el que yo fuese gallego. Y luego no ha faltado nunca alguien que dijese: Si hay gallegos «muy bien». ¡Cuando un gallego sale listo!... ¡Ya lo creo! ha añadido algún otro señor en este momento . Hay gallegos que llegan a ministros y todo. Ahí tiene usted a Besada. Y a Montero Ríos...
Los circunstantes, que no se maravillaban menos de aquella taravilla que de las artes caninas del don Canique, mitad enfadados, mitad placenteros, rescataron por este o aquel ochavo o blanca cada uno la parte que perdieron de despojo, si exceptuamos al usurero Antón, que enroscándose como sierpe y guareciéndose en sí propio contra el suelo, cual erizo breñal, se libró de ser prendado en el primer asalto, y que ahora durante la plática se escurrió silenciosamente, dándose albricias que por su industria y buen ánimo pudo libertarse de todo empeño y de toda multa.
La mancha clara del sobretodo gris del novio se destacaba entre las negras levitas, y su estatura aventajada dominaba también las de los circunstantes.
Palabra del Dia
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