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El año de 1855, época en que yo residia en Suiza, entraron en el establecimiento de Lausana 207 ciegos: de este crecido número solo 47 pagaron su asistencia, siendo educados y alimentados gratuitamente por el establecimiento los 160 restantes del número de los que entraron en el año.

15 Tornaré en soledad montes y collados; haré secar toda su hierba; los ríos tornaré en islas, y secaré los estanques. Estas cosas les haré, y nunca los desampararé. 18 Oh sordos, oíd; y ciegos, mirad para ver.

Entonces llegandoše šus Dišcipulos dixeronle, Sabes que los Pharišeos oyendo ešta palabra še offendieron? Mas rešpondiendo el, dixo, Toda planta ÿ no plantó^ mi Padre celeštial šerá dešarraygada. Dexaldos: guias šon ciegas de ciegos: y ši el ciego guiare ál ciego, ambos caerán en el hoyo^. Y rešpondiendo Pedro, dixole, Declaranos ešta parabola.

Aquellos son mejores que vosotros, porque ellos son nacidos ciegos, y vosotros, que nacisteis con vista, cerráis los ojos a la luz. Vuestra unión ilícita es un pecado mortal para vosotros y un escándalo para los fieles. Casaos, almas de cántaro, y vivid como Dios manda y la sociedad desea.

Sabed, hermanos mios, que predica en esta ciudad de Jerusalen un varon justo llamado Jesus Nazareno: el cual obra muchas maravillas, resucita muertos, sana leprosos, da vista á ciegos, pies á cojos, libre uso de miembros á paralíticos.

Los ciegos y ciegas que el resto del año pregonan el papelito en el que está todo lo que se canta iban en cuadrilla, guitarra al pecho, vestidos de pescadores u odaliscas, mal pergeñados, con mugrientos trajes de ropería.

«, Señor Excelentísimo, , católico auditorio, aquellos habitantes de las orillas del Nilo, aquellos ciegos cuya sabiduría nos mandan admirar los autores impíos, adoraban el puerro, el ajo, la cebolla». «¡Risum teneatis! ¡Risum teneatisrepetía encarándose con el perro de San Roque, que estaba con la boca abierta en el altar de enfrente. El perro no se reía.

El mismo Señor dice, que vino al mundo para juicio, para que los que no ven vean, y los que ven sean ciegos. Le mandaron luego los padres de la fe de entonces que callase, por evitar el daño de los que de su predicación habían de salir más ciegos. De él dice Simeón, que viene para levantamiento, y también para ruina de muchos. Lo mismo había dicho de él el Profeta Isaías.

Es realmente consolador el ver con qué esmero procura la autoridad gubernativa que las vías públicas se hallen siempre limpias de ciegos que canten. Y yo creo, por más que haya quien sostenga lo contrario, que si pudiese igualmente tenerlas limpias de ladrones y asesinos, no dejaría de hacerlo con gusto.