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Al mismo tiempo llegaba a mis oídos como música misteriosa el son de las campanas de la ciudad medio despierta, tocando a misa, con esa algazara charlatana de las campanas de un gran pueblo.

Después, en las horas que siguieron hasta la de la partida, se mostró tan jovial, tan charlatana, que en más de una ocasión logró que la frente de Elena se desarrugase y una sonrisa contrajese sus labios. En fin, hasta les cantó los couplets de los Pajaritos fritos y tocó el tango de las Cacerolas. Pero Elena no podía dominar un sentimiento de vergüenza que se leía claramente en sus ojos.

He suplicado a San José que te quite de la cabeza todo lo que pueda parecerse a una idea fija. Si no hubiéramos estado en medio de la calle, la abuela me hubiera tirado de las orejas; pero no pudiendo administrarme su castigo favorito, se contentó con sonreír con indulgencia. En esto nos encontramos de manos a boca a una charlatana, a la que la abuela recibe sin quererla mucho, la señora Siberot.

Soy la misma Sanguijuelera, más saludable que el tomillo, más fuerte que la puerta de Alcalá, siempre ligera para todo, siempre limpia como los chorros del oro, más fiera que el león del Retiro, si se ofrece, resignada con la mala suerte, sin deber nada a nadie, y más charlatana que todos los cómicos de Madrid».

En Peñíscola, para que el señor beba, para que el señor monte a caballo y vaya a derribar vacas, para que el muy mamarracho convide a los gorrones y tenga mozas.... Ea, fuera espantajos. Por aquella puerta se va a la calle.... ¿Sabes lo que te digo?... pues que eres una cotorra charlatana y hay que cortarte el pescuezo.

Cuando iban por la calle, doña Lupe, que comprendió cuánto había impresionado a su sobrina el encuentro con la señora de Santa Cruz, intentó dos o tres veces aludir a esto; pero la prudencia y un sentimiento de delicadeza retuvieron su charlatana lengua. iv En el portal de su casa se separaron; doña Lupe subió y Fortunata fue a la botica, donde Maxi estaba solo, haciendo un emplasto.

Oíase desde la sala la murmuración del chorro de una fuente, la cual con tal constancia estimulaba el oído, que Rufete se pasaba horas enteras en conversación tirada con el agua charlatana en estos o parecidos términos: «En todo lo que Su Señoría me dice, señor chorro, hay mucha parte de razón y mucho que no puede admitirse. Subí al poder empujado por el país que me llamaba, que me necesitaba.

Cuando se fue, tornó a su espionaje; permaneció en la escalera larguísimo rato sin saber por qué hacía aquello. Escuchó el rumor confuso de la conversación de Dolores y su mujer. La doncella era charlatana; Joaquinita también tenía un temperamento expansivo: la plática se animaba cada vez más.