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Ni el perfume de los guantes, ni el copioso sahumerio de los pebeteros, lograba dominar el tufo de trasudado sayal que desprendían los religiosos. Las maderas de las ventanas cerrábanse de ordinario a las tres de la tarde.

La suya, la que había tenido en sus brazos, esa no volvería nunca. Había sido un rayo de sol al través de las nubes de su cielo, saludado por la espiral de las ilusiones, que volaban como palomas. Las nubes cerrábanse para siempre, el rayo de sol se extinguía, y las palomas venían al suelo transidas de frío.

El pueblo comenzó a agolparse con su estúpida curiosidad a las puertas del palacio, y a poco una larga hilera de coches ocupaba toda la calle, suspendían un momento su pausada marcha, abríanse y cerrábanse con estrépito las portezuelas, y bajaban encopetados señorones, aristocráticos gomosos y damas elegantes; venían estas de trapillo, mirando a todas partes, entre asustadas y curiosas, y abrazaban a Currita haciendo exclamaciones de sorpresa, de indignación, de entusiasmo y de lástima.

La cola que formaban los coches frente al palacio del marqués de Butrón cogía casi toda la calle de Hortaleza, atravesaba la red de San Luis e iba a perderse en la de la Montera. Los carruajes avanzaban lentamente, parábanse un momento, abríanse y cerrábanse con estrépito las portezuelas, y corrían luego a estacionarse en la Plaza de Santa Bárbara.

Los monasterios se trocaban en fortalezas, y al divisar de lejos en el horizonte la polvareda de los escuadrones ó los dragones de los bárbaros, los pobladores se guarecian entre sus muros; cerrábanse las puertas, acudíase á las armas, y todos se aprestaban á la defensa ó á las salidas.

Muchos de aquellos hombres habían estado en Jerez muy contadas veces, desconocían las calles y seguían a sus conductores con la docilidad de un rebaño, pensando con inquietud en el modo de salir de allí si les obligaban a escapar. La avalancha negra y muda avanzaba con sordo tropel de pasos que conmovía el piso. Cerrábanse las puertas de las casas, apagábanse las luces en las ventanas.

Sentíase invadido por una deliciosa inmovilidad; cerrábanse sus ojos; adivinaba que, por poco que durase este concierto, iba a dormirse. Para evitarlo, Gallardo contemplaba a la hermosa señora, vuelta de espaldas a él. ¡Qué cuerpo, madre de Dios! Sus ojos africanos fijábanse en la nuca de redonda blancura, coronada por una aureola de pelos de oro locos y rebeldes.

Al principio sólo se verificaban las representaciones los domingos y días festivos; pero á poco, y á causa de la creciente afición á ellas, se hicieron también en los días de trabajo dos veces á la semana, los martes y jueves, y los tres días de Carnaval. Cerrábanse los teatros el miércoles de Ceniza, y no se abrían hasta la Pascua.