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Actualizado: 22 de junio de 2025


Pero yo le eché una mirada tan furibunda que la pobre mujer, aterrada, cambió instantáneamente de expresión, y con la viveza y la astucia que caracterizan a andaluzas, dijo con perfecta naturalidad: Uté dispense, señorito... Le había confundío con don Celipe el inpetor del taller de pitiyo.

El auditorio guardó silencio, dando tiempo para que estas notables palabras penetrasen lenta y profundamente en su espíritu. El tío Leandro las rebatió al fin severamente. Cuando se habla una cosa, Celipe, es porque se sabe. ¿Sabes , por un si acaso, que han de levantar los trigos dos palmos? Es un decir, tío Leandro. Bien, pero ¿se sabe o no se sabe? Nadie chistó.

Traía un pequeño lío pendiente de un palo puesto al hombro, y su marcha como su ademán demostraban firme resolución de no parar hasta medir con sus piernas toda la anchura de la tierra. Celipe... ¿a dónde vas? le preguntó la Nela, deteniéndole.

Pues a recoger la bellota profirió rotundamente después de haberse gozado en tenerlos unos instantes suspensos. ¡Celipe, Celipe, no seas burro! exclamó el tío Leandro con acento severo. ¡Anda! replicó Felipe encrespándose . ¡Pues poco que se recreaba el amo el día de San Eugenio viéndonos cargar con los costales llenos y emborrachándonos dimpués!

¡Mariita! ¡Mariita! dijo Nieto, dirigiendo una reprensión cariñosa a cierta joven a quien había sorprendido fumando. Don Celipe, es que me duelen las muelas. Pues cuidado con ellas, porque pueden salirte caras. Habíamos recorrido casi todas las naves, y mi Paca no aparecía. Nieto me invitaba ya a que pasáramos al taller de cigarros puros.

Cada uno tiene sus cositas que llorar repuso María con voz sofocada . Pero es muy tarde, Celipe, y es preciso dormir. Todavía no... ¡córcholis! , hijito. Duérmete y no pienses en esas cosas malas. Buenas noches. Cerráronse las conchas de almeja y todo quedó en silencio.

Palabra del Dia

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