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Actualizado: 6 de junio de 2025


Gran desconsuelo mostró Celinina al ver que no venían á completar su tesoro las dos únicas joyas que en él faltaban. El padre quiso al punto remediar su falta; mas la nena se había agravado considerablemente durante el día: vino el médico, y como sus palabras no eran tranquilizadoras, nadie pensó en bueyes, mas tampoco en mulas. El 24 resolvió el pobre señor no moverse de la casa.

Desde que Celinina cayó enferma, sintió el afán de las poéticas fiestas que más alegran á los niños: las fiestas de Navidad. Algunos se creen capaces, con la mayor ingenuidad, de embuchar en sus estómagos cuanto ostentan la Plaza Mayor y calles adyacentes.

Lo que habían padecido aquellas pobres figuras en los últimos días, arrastradas de aquí para allí, puestas en ésta ó en la otra forma, sólo Dios, la mamá y el purísimo espíritu que había volado al cielo lo sabían. Estaban las rotas esculturas impregnadas, digámoslo así, del alma de Celinina, ó vestidas, si se quiere, de una singular claridad muy triste, que era la claridad de ella.

El único rumor que fácilmente se percibió era una bullanga de alas vivamente agitadas, cual si todas las palomas del mundo estuvieran entrando y saliendo en la sala mortuoria y rozaran con sus plumas el techo y las paredes. Celinina se puso en pie, extendió los brazos hacia arriba, y al punto le nacieron unas alitas cortas y blancas. Batiendo con ellas el aire, levantó el vuelo y desapareció.

Celinina abrió los ojos, que ya parecían cerrados para siempre; miró á su padre, y con la mirada tan sólo y un grave murmullo que no parecía venir ya de lenguas de este mundo, pidió á su padre lo que éste no había querido traerle.

Porque Celinina tornara á la vida, hubiera él recorrido la tierra entera para recoger todos los bueyes y todas, absolutamente todas las mulas que en ella hay. La idea de no haber satisfecho aquel inocente deseo era la espada más aguda y fría que traspasaba su corazón.

La infeliz madre no creía tanta desventura; pero el lindísimo rostro de Celinina se fué poniendo amarillo y diáfano como cera; enfriáronse sus miembros, y quedó rígida y dura como el cuerpo de una muñeca. Entonces llevaron fuera de la alcoba á la madre, al padre y á los más inmediatos parientes, y dos ó tres amigas y las criadas se ocuparon en cumplir el último deber con la pobre niña muerta.

Mil recuerdos é imágenes dolorosas les herían, tomando forma de agudísimos puñales que les traspasaban el corazón. La madre oía sin cesar la encantadora media lengua de Celinina, diciendo las cosas al revés, y haciendo de las palabras de nuestro idioma graciosas caricaturas filológicas que afluían de su linda boca como la música más tierna que puede conmover el corazón de una madre.

Mira, tonta añadió el otro, que si no haces caso, nos vas á dar un disgusto. Baja en un vuelo, y deja eso, que es de la tierra y en la tierra debe quedar. En un momento vas y vuelves, tonta. Yo te espero en esta nubeAl fin Celinina cedió, y bajando, entregó á la tierra su hurto.

Celinina tuvo por breve rato un alivio tan patente, que todos concibieron esperanzas, y lleno de alegría, dijo el padre: «Voy al punto á buscar esoPero como cae rápidamente un ave herida al remontar el vuelo á lo más alto, así cayó Celinina en las honduras de una fiebre muy intensa.

Palabra del Dia

rigoleto

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