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Actualizado: 29 de julio de 2025
Cada muchacho era un planeta, y trataba siempre de representar con él, no sólo la situación de cada cuerpo celeste en el espacio, sino también su volumen, eligiendo los alumnos según las proporciones de cada uno y de cada estrella que debía figurar en el sistema.
En medio de la noche Al contemplar tu estrella, En su fulgente huella Mi alma te busca á tí; Y pienso que al mirarla Brillando placentera En celeste esfera, Te acordarás de mí. Ausente de tu lado Mirando ese astro bello Creeré ver un destello Emanacion de tí; Y esclamaré con ansia: Tal vez la hermosa mia En medio á la alegría Se olvidará de mí!
Allí, a la sombra de los árboles, en las horas muertas de la meditación, recordó la hermosa leyenda del canto del cisne. El cisne, esa ave armoniosa y blanca, siempre en la mudez del misterio, canta sólo al morir, una canción de celeste belleza... Esta leyenda le sugirió a Juanillo un interesante argumento para su cuento-poema.
La que tiene buen pelo lo peina con esmero y gracia, que para eso se lo dio Dios; la que presume de talle airoso se pone chaqueta ajustada; la que sabe que es blanca se adorna con una toquilla celeste. Por derecho propio, Amparo pertenecía a aquel taller privilegiado.
La bóveda celeste resplandeció de tal modo, que dejó ver la calle como si estuviera alumbrada por la luz del mediodía, pero con la extrañeza que siempre comunica á los objetos familiares una claridad no acostumbrada.
Y como él prefería ser ciudadano, siguió usando sus trajes civiles, una indumentaria soñada sin duda en sus tiempos de pobreza como algo magnífico y quimérico: trajes de paño azul celeste ó verde esmeralda, corbatas y pañuelos con las tintas del arco iris, productos de fábricas misteriosas de Inglaterra ó los Estados Unidos, cuya existencia ignora el común de los mortales y que parecen trabajar únicamente para la elegancia masculina de los trópicos.
Aquellas miradas, aunque serias y rápidas, penetraban hasta mi corazón, y reían allí alegremente, y sonaban como una armonía celeste, y hasta pienso que olían como un perfume embriagador. Cuanto más nos acercábamos al término de nuestro viaje, más frecuentes eran y, si no me equivoco, más duraderas también.
Y más se acentuó esta expresión de beatitud celeste cuando vio salir a D. Jeremías como un huracán, sin decirle adiós siquiera, gritando al trasponer la puerta: En cuanto le tropiece, no hay más, ¡le piso la cara!
Le dije: «El color que parece del cielo está en nuestros ojos: el azul es negro en la tristeza; en la alegría, el gris es celeste.» Una nube azulina cruzaba por entre los vapores que rodeaban la montaña y parecía un trozo de cielo.
Por un callejón que entonces era intransitable por lo pendiente, y hoy es inaccesible porque forma ángulo recto con la bóveda celeste, echaron nuestros personajes á paso de carga, y no se detuvieron hasta llegar á una pequeña barraca, incrustada entre un murallón de San Felipe y otro del Cristo de la Catedral, en cuyo estrecho recinto se veían amontonados diversidad de objetos, clasificados con la mayor escrupulosidad, y todos de la especie de los que ya Pipa había recibido de manos del neófito.
Palabra del Dia
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