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Mientras que Zapata, Urrea y Samper celebraban

Luego, por un deseo irresistible de establecer comparaciones, comenzaba á admirar con ojos disimulados la belleza especial de esta joven que parecía un muchacho con faldas, sintiendo al mismo tiempo en su paladar el sabor ácido y picante de un fruto todavía verde. Tuvo que abstenerse de sacar á bailar á la maestrita cuando se celebraban fiestas en la Comandancia.

Hablábase con insistencia, en aquellos días, de una posible sublevación de todos los moriscos de España, ayudados por el turco. En algunos palacios de la ciudad se celebraban frecuentes reuniones, donde se cambiaban noticias y se discutían pareceres. La casa del señor de la Hoz era al presente, todos los miércoles y domingos, un hormiguero de eclesiásticos y grandes señores.

Era de ver cómo, en creyendo que tenía dinero, me decían que todo me estaba bien, celebraban mis palabras, no había tal donaire como el mío. Yo que las vi tan cebadas declaré mi voluntad a la muchacha y ella me oyó contentísima, diciéndome mil lisonjas.

Por estos tiempos hacía ya muchos años que se celebraban allí las clásicas veladas de San Juan y San Pedro, que tan características notas ofrecían de nuestras fiestas populares, y las cuales renuncio á describir aquí, cómo se verificaban entonces.

Los admiradores de Pimentó le hacían repetir el procedimiento de que se valía todos los años para no pagar á la dueña de sus tierras, y lo celebraban con grandes risotadas, con estremecimientos de maligna alegría, como esclavos que se regocijan con las desgracias de su señor.

Todos los compañeros, influidos por esa adulación instintiva en los cobardes, celebraban alborozados las bromas que Tono se permitía con él.

Celebraban estas exequias, para que no fuesen descubiertos, en lo más oscuro de la noche, y estaban ya en lo mejor y más devoto de la función, cuando de repente llegó el Padre Lucas, y fijando la vista dentro de aquel infame sagrario, vió en medio de aquellas tinieblas centellear los ojos del enemigo infernal, que lleno de majestad y terror estaba sentado sobre aquellos dos palos; y aunque al siervo de Dios se le erizaron los cabellos y se extremeció de horror, quiso, no obstante eso, arrojarse dentro.

Unas veces firmaba con su nombre, otras con cualquier gracioso pseudónimo o anagrama. Celebraban los mareantes una fiesta en honor de San Telmo: don Rosendo escribía inmediatamente su carta al Progreso de Lancia o a La Abeja, describiendo la verbena, los fuegos artificiales, la misa, la procesión, etc.

El desgraciado poeta, con el rostro contraído, echando miradas de socorro a todas partes, se dejaba sacudir como un hombre a quien conducen a la cárcel. Arbós, ¿no cree usted que he llevado mi venganza demasiado lejos? Para no destruir el efecto de la frase se marchó bruscamente. Todas las noches recorría dos o tres tertulias, donde se celebraban su gracia y sus ingeniosidades.