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Actualizado: 27 de julio de 2025


Felipe IV, fiándolo todo y descansando de todo en sus privados, a la mañana iba de caza, a la tarde ponía rejones, y de noche buscaba en los camarines del Retiro y en las celdas de San Plácido aventuras con que olvidarse de que los tercios morían de hambre en los Países Bajos y Portugal se alzaba independiente.

Tres días después me paseaba por la vía Fornabuoni, en Florencia, por esa calle de palacios medioevales, bancos y consulados, que durante tantos inviernos me ha sido tan familiar, hasta que preferí las partidas de caza en Inglaterra a los rayos solares del Lung'Arno y el Cascine.

Había en todo su ser moral mucho abandono o mucha indiferencia o mucho fingimiento. Era entusiasta de la caza y de los caballos, y después de haber adorado los viajes no viajaba ya.

Apasionado por la caza, sus perros eran sus amigos: hablaba con ellos, los besaba, los miraba fijamente en los ojos, cual si quisiera penetrar en su obscura alma bruta. Ante aquellos seres ínfimos se volvía humilde; los servía personalmente, se despreocupaba de mismo por cuidar de que no les faltase nada, y si alguno de ellos se enfermaba, no se daba un solo momento de reposo.

Retrató, también en traje de caza como al Rey y al Príncipe, al Infante Don Fernando. Acerca de cuando lo hizo discrepan las opiniones: dicen unos que antes de ir a Italia, lo cual desmiente el estilo; otros, que hacia el año 1647, cuando ya el personaje era muerto, aprovechando para el rostro el estudio de una imagen anterior.

¿Le gusta la música?... ¿Se interesa por la literatura?... ¿Sabe hablar?... ¿Es de los que tienen en la boca más que historias de caza o chismes de política?... ¡Demonio! exclamó el digno notario. Esto no es una proposición de matrimonio; es un examen... respondí sonriendo; es un examen. El matrimonio es cosa bastante seria para que desee no casarme solamente con una cara y una fábrica.

¡Si los cisnes no se comen, don Juan, no se comen agregó el mayordomo. En el campo hubiera encontrado usted caza cuanta quisiera: patos, martinetas, perdices... Para Juanillo, que estaba como anonadado por su obra, esta última observación fue un rayo de luz...

Anduvimos 100 leguas sin encontrar pueblo alguno de indios: y finalmente, llegamos á los indios Guajarapos, que se mantienen de pesca y caza, y habitan en una larga provincia de 100 leguas; tienen tan gran número de canoas, que no se puede decir.

En su comparación, la más sangrienta corrida de toros es menos cruel, y menos peligrosa para el hombre que muchos juegos y ejercicios, como la caza de leones, osos y tigres y hasta como las mismas carreras de caballos, donde tal vez los jockeys están más expuestos que los toreros y pueden reventarse o romperse la nuca.

Una vez que había ido a Lada, varios jóvenes que salían de un café le dijeron algunas frases obscenas: otra vez, unos señores que habían venido de caza a Riofrío, hallándola sola en un camino, le dijeron también palabrotas groseras, y uno de ellos se propasó a vías de hecho.

Palabra del Dia

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