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Actualizado: 27 de julio de 2025


Porque era ésta tan reposada y pacífica, que su sangre y sus músculos padecían. Un día le habló a su esposa de ir de caza, pues era famoso e incansable cazador. Venturita no se opuso, con tal que la llevase consigo. Así se convino. Salieron una mañana en busca de un bando de perdices, de cuya existencia sabía Gonzalo desde el día en que había llegado a Tejada.

Donde se nota diariamente la verdadera animación en Teruel, es en el paseo del Obalo entre diez y una del día: allí, donde existen dos posadas y una fonda, afluyen el correo que va de Valencia y vuelve a salir luego de Teruel, allí acuden los muchos carreteros de Zaragoza, Sigüenza, Molina, Valencia y otros puntos: allí, en fin, acostumbra venderse la caza, la leña, el carbón y otras cosas que llevan los naturales o vecinos de los pueblos inmediatos.

Abierto finalmente el camino salieron á campaña rasa, donde no hallaron cosa de comer el Padre ni sus compañeros para repararse de los trabajos pasados, porque no había en aquel lugar ninguna caza ni laguna de pescado, ó alguna colmena, como hay por otras partes.

En el comedor, la abuela hace admirar como una reliquia la inmensa y antigua tapicería que ocupa todo un ancho hueco: una historia de caza, en la que se adivina una historia de amor.

Alegre y apacible y muy graciosa La tierra por aquí vimos, poblada De frescas arboledas, y abundosa De caza, y nunca ha sido conquistada. La gente es labradora, y codiciosa De guerra, y es en ella muy versada; Mas tómalos Garay muy descuidados, Y asì pudieron ser desbaratados.

Era la casa toda de los visitantes, por no estar en ella entonces sus dueños, que eran como de la familia de Juan Pedro, al anochecer, salía de caza, porque era el tiempo de la de los conejos, por allí abundantísimos.

Ora dominaba los ecos el canto religioso de toda una comunidad de monjas ó frailes, que parecia comenzar en el coro mismo y luego alejarse en un interminable claustro; ora el canto de guerra, de caza, de victoria, de muerte, de alegría, de esperanza, de tristeza, todo alternativa ó simultáneamente y en admirable armonía.

El consejo de hermana Balî fué admitido y la misma se encargó de hablar con el escribiente; Julî le dió cuatro reales y añadió pedazos de tapa de venado que el abuelo había cazado. Tandang Selo se dedicaba de nuevo á la caza. Pero el escribiente nada podía: el preso estaba en Manila y hasta allí no llegaba su poder.

Procuré serles útil: los ayudaba en cuanto podía, y más de una vez ocupé su puesto para que ellos pasearan o se divirtieran, ya en alegres partidas de caza, ya en Villaverde con motivo de alguna fiesta o de algún espectáculo teatral que llamaba la atención. Era yo en Santa Clara objeto de las atenciones de toda la familia. La señora solía decirme: Rodolfo: ¡está usted en su casa!

Si mandaban los del Marqués, don Álvaro repartía estanquillos, comisiones y licencias de caza, y a menudo algo más suculento, como si fueran gobierno los suyos; pero cuando venían los liberales, el marqués de Vegallana seguía siendo árbitro en las elecciones, gracias a Mesía, y daba estanquillos, empleos y hasta prebendas.

Palabra del Dia

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