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Actualizado: 12 de julio de 2025
Sin embargo, aquí el señor capitán va á recibir un buen bocado de indemnización, si como aseguran se abre, para explotar esas minas de Carrio, una vía de hierro. D. Félix tiene ahí muchas propiedades, y no dejarán de cortarle alguna manifestó Martinán el tabernero, hombre de cuarenta á cincuenta años, espantosamente feo, de ingenio sútil, disputador eterno.
Las tres primeras estaban descontadas: Tiraña por hallarse demasiado lejos; la Pola porque sus habitantes, más cultos, más refinados, se creían superiores y despreciaban á los rudos montañeses de Lorío y Villoria; Carrio por ser la más pobre y exigua del concejo. Después de reposar un instante los tres embajadores prosiguieron su camino por las cumbres que señorean el riachuelo de Villoria.
El capataz se alzó del suelo con el rostro contraído y sin responder á nadie, seguido de sus hombres, se lanzó por la pendiente abajo en busca de la boca de la galería que se hallaba próxima al pueblo de Carrio. Un estremecimiento de terror corrió por aquella muchedumbre. Todos adivinaron algo terrible y los siguieron. Sólo la tía Felicia, Flora y algunas mujeres permanecieron en el prado.
Aunque me las cubriesen de monedas de plata no quisiera que tocasen en ellas. El día que escuche silbar por los castañares de Carrio los pitos de esas endiabladas máquinas que llaman locomotoras, será uno de los más tristes de mi vida. ¡Alto allá, D. Félix! Esos señores que abren las minas traen muy bien repleta la bolsa al decir de la gente.
Se hallaba bastante lejos: era necesario bajar al fondo de la garganta por donde corría un arroyo que separaba la parroquia de Entralgo de la de Carrio y subir luego un trecho más. Así lo hizo y en esto se placía mucho.
Por eso en este momento me atrevo á suplicar á mi buen tío que no se oponga á que por sus propiedades de Carrio cruce la vía férrea necesaria para transportar los minerales. Su oposición, aunque fuese vencida por la ley, al cabo dilataría algún tiempo la prosperidad de nuestro país. ¡Me opongo y me opondré con todas mis fuerzas! exclamó el capitán airado.
Pues esa sociedad prosiguió D. Casiano, no sin sacudir antes con severidad su cabeza de troglodita tiene denunciados hace años dos cotos mineros en Laviana, uno en Tiraña y otro en la cuenca del río de Villoria... Y es el caso que ahora quiere empezar la explotación de este último ampliando la línea férrea de Carrio hasta Villoria... D. Casiano se detuvo.
Pensé que habían tomado por el monte abajo y se habían ido á Carrio... Me admiró porque no creía que Demetria tuviese amistad con ese pícaro... Guardó silencio. Nolo, inmóvil y pálido, esperó todavía algunos instantes á que prosiguiese. ¿Es eso todo? Todo. ¿No sabes más? Nada más. Bien... pues muchas gracias y hasta la vista.
En la pomarada del capitán, debajo de los árboles, se había colocado una mesa á la cual se sentaban hasta una docena de comensales. Procedían casi todos de la Pola. Sin embargo, había un ingeniero de Madrid y un químico belga. Pocos días hacía que habían llegado á Laviana para dirigir los trabajos de las minas recién abiertas sobre la aldea de Carrio.
Palabra del Dia
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