Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de junio de 2025
Sus picardías no eran trastadas de chica, sino verdaderas crueldades: el pan qué yo guardaba por si tenía hambre entre horas, me lo quitaba y se lo echaba a los cerdos; a hurtadillas, cargaba el puchero de sal para que luego me regañasen; lo menos que hacía era decirme palabras feas, todo el repertorio que oía a los carreteros, y escupirme a la cara, sin que los Pelusos, ni la mujer ni el marido, pusieran correctivo a sus infamias.
La antigua Marsella, al norte del magnífico puerto, se distingue por sus calles estrechas, irregulares, divididas en pequeñísimas porciones, sucias en extremo, con casas ennegrecidas y horribles y con una poblacion que cruzan en incesante movimiento grupos de marinos, numerosas turbas de obreros y carreteros, lavanderas con trajes extravagantes, mujeres perdidas, mil mendigos y todas las clases inferiores de la opulenta Marsella.
Por todas partes campos cultivados primorosamente, ciudades y pueblos, casas; campestres, anchurosos caminos carreteros, numerosísimas barcas en los rios, viejos castillos feudales sobre las cimas escarpadas de los cerros; y todo cubierto por un cielo magnífico, muy de extrañar en el mes de marzo aun.
La red de caminos carreteros es extensa y complicadísima, y donde el terreno se presta poco á las carreteras se encuentran al ménos excelentes caminos de herradura muy bien conservados. En todas las vias importantes, aun por encima de los abismos de los lagos y al traves de las espesas selvas, hay líneas telegráficas, con un alambre por lo ménos.
Con decir que comía ostras frescas en el centro de España, cuando en España no había ni siquiera caminos carreteros, bastará para comprender las artes de que se valdría á fin de hacer llegar en buen estado á la sierra de Jaranda sus alimentos favoritos. Pero nos metemos sin querer en honduras pasadas, olvidando que aquí no se trata sino de lo presente.
A las tres de la madrugada comenzaron a llegar los primeros carros de la sierra al fielato de los Cuatro Caminos. Habían salido a las nueve de Colmenar, con cargamento de cántaros de leche, rodando toda la noche bajo una lluvia glacial que parecía el último adiós del invierno. Los carreteros deseaban llegar a Madrid antes que rompiese el día, para ser los primeros en el aforo.
Los buhoneros, los carreteros, los caldereros, toda esa población flotante que va continuamente de la sierra al llano y del llano a la sierra, llevaban día por día, de Alsacia y de las orillas del Rin, una porción de noticias inquietantes: «Las plazas decían tales gentes se preparan para la defensa; se busca trigo y carne para aprovisionarlas; las carreteras de Metz, Nancy, Huningue y Estrasburgo se ven surcadas de convoyes.
" Ese es demonio de tahures y carreteros." " ¿Eres Barrabás, Belial, Astarot?", finalmente le dijo el estudiante. " Esos son demonios de mayores ocupaciones le respondió la voz , demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo; yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra, y al fin, yo me llamo el Diablo Cojuelo."
Presentábanse los primeros madrugadores temblando de frío, y luego de apurar la copa de alcohol o el café de «a perra chica», continuaban su marcha hacia Madrid a la luz macilenta de los reverberos de gas. Acababa de abrirse el fielato y los carreteros se agolpaban en torno de la báscula. Los cántaros de estaño brillaban en largas filas bajo el sombraje de la entrada.
Caminando junto a la carretera polvorienta, sin ver otras caras que las de los carreteros que marchaban perezosamente tras sus vehículos, o las de los guardias de Consumos sentados ante sus garitas, Juanito se encontraba mejor.
Palabra del Dia
Otros Mirando