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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Elena tenía un corazón tierno, inocente, pero un carácter impetuosísimo que los mimos de su marido y de la gente que la rodeaba desde hacía algunos años no habían atenuado. Estaba acostumbrada a que sus caprichos fuesen ley.

El tema de los caprichos de esta infeliz criatura había llegado a lo inverosímil, como su existencia entre el enjambre de enfermedades que la consumían.

Chico, por lo mismo que nosotras hemos conocido bien la pobreza, sabemos mejor que vosotros lo agradable que es. Yo me he comprometido con Salabert porque tiene mucho dinero y puede satisfacer todos mis caprichos. No necesitaba decírtelo.... Por lo demás, si fuera a dar gusto a mi corazón demasiado sabéis, y demasiado lo sabe él, que yo nunca he querido a nadie de verdad más que a Manolo.

El apoderado le tranquilizaba. Volvería: estaba seguro. Volvería, aunque sólo fuese por un año. Doña Sol, con todos sus caprichos de loca, era una mujer «práctica», que sabía cuidar de lo suyo. Necesitaba la ayuda del marqués para desenredar los enmarañados asuntos de su propia fortuna y la que su marido le había dejado, quebrantadas ambas por una larga y fastuosa permanencia lejos del país.

No quedó aún con esto satisfecho su instinto de dominación. Soledad, enamorada de él ciegamente, se sometía sin replicar á todos sus gustos y caprichos, sufría con paciencia sus reprensiones, los malos humores y genialidades. Pero la madre, que no tenía tales motivos para sufrirlo, solía hacerle observaciones y llamarle á la razón cuando injustamente se querellaba con Soledad.

He dicho: comido por los gusanos, porque según mi modo de ver la más encantadora luz de la vida de una mujer, es la de la viudez... El alto y poderoso barón Le Maltour, aunque de raza de héroes, no resistió a esa prueba. Y comprendiendo el sentido oculto de mis caprichos tártaros, se fue y no volvió más. Mi tío se enojó, pero no se me importó.

Ella, que tantos caprichos había tenido toda la vida, jamás se había mostrado aficionada al teatro, y menos a la música; desde su malparto a la fecha, y ya había llovido después, no había estado en el coliseo cuatro veces: la Compañía actual no la había visto siquiera, y ya estaban acabando el tercer abono... y de repente ¡zas!, sin avisar a nadie, tomaba un palco, y a la ópera todo el mundo.

Así que no pudiendo satisfacerlo con soñadas escenas trágicas, porque Miguel se reía de sus temores, diose a ejercitar su recalentada imaginación en otra clase de caprichos raros. Nada podía llevarse a cabo en sus relaciones de un modo normal; era forzoso adobarlo todo con alguna especia de misterio.

Comprendí, con satisfacción, que para algo sirven en la vida los abuelos, y que su égida polvorosa defiende las osadías y caprichos de las nietecillas criadas en el fondo de los bosques.

Hay que ponerse en la realidad, niñita. No mires esto con ojos de mujer; ponte en mi caso; figúrate que eres hombre... Estoy asombrada de la vuelta que le das a tus caprichos, y de lo bien que te las compones para hacer pasar por protección desinteresada lo que en realidad es amor que tenías o tienes a esa maldita. Pues a eso voy ahora. Aquí te quiero ver... Atención.

Palabra del Dia

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