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Actualizado: 9 de julio de 2025


De pronto, después de breve silencio, sus ojos se llenaron de claridad y respondió con viveza. , tal. Ya le tengo. Conozco a vuesamerced, y doy, desde luego, por seguro, que habrá escogido con acierto replicó entonces el hidalgo, acostándose, casi, en el sillón y estirando hacia el brasero sus piernas metidas en calzas de velludo pardo.

Sois un oro... ¿Os habéis vestido ya? Atácome las calzas... Voy á preparar el almuerzo. ¿Quién es esta mujer? dijo Montiño. No lo dijo Quevedo encajándose los gregüescos. ¿Qué, no lo sabéis, y os metéis en su casa como en una posada, y la tratáis con una lisura que mete miedo? Tratándose de esta mujer, cuanto más miro menos veo.

Y así me casé con ella, y hasta agora no estoy arrepentido; porque, allende de ser buena hija y diligente, servicial, tengo en mi señor acipreste todo favor y ayuda. Y siempre en el año le da en veces al pie de una carga de trigo, por las Pascuas su carne, y cuando el par de los bodigos, las calzas viejas que deja; e hízonos alquilar una casilla par de la suya.

Y acostóse en la cama, poniendo por cabecera las calzas y el jubón, y mandóme echar a sus pies, lo cual yo hice; mas ¡maldito el sueño que yo dormí!

No traía chinelas, sino zapatos de dos suelas, colorados, con unas calzas que no se le parecían, sino cuanto por un perfil mostraban también ser coloradas.

Cuando ya no podía tenerme de debilidad, me senté ante un frasco de malvasía y un jigote de carnero, y al primer bandazo se me vino encima el frasco, poniéndome de perlas ropilla y calzas, y el guiso fué á dar con salsa y todo en el santo suelo.

Y aclaróseme tanto en materia de ser pobre , que me confesó, a media legua que anduvimos, que si no le hacía merced de dejarle subir en el borrico un rato, no le era posible pasar a la corte, por ir cansado de caminar con las bragas en los puños. Y movido a compasión, me apeé; y como él no podía sacar las calzas, húbele yo de subir.

Quitáronle una ropilla que traía sobre las armas, y las medias calzas le querían quitar si las grebas no lo estorbaran.

Vete al momento á casa del señor Justo le dijo Longinos , y que envíe ropas de Cambray para un hidalgo y una gola rica rizada, que no haya más que ponérsela; luego pásate por casa del señor Diego Soto, y que envíe unas calzas de grana de lo más rico, pero al punto, al punto. El mancebo, con mandil y todo, se lanzó en la calle.

La mañana venida, levantámonos, y comienza a limpiar y sacudir sus calzas y jubón y sayo y capa -y yo que le servía de pelillo- y vístese muy a su placer de espacio. Echéle aguamanos, peinóse y puso su espada en el talabarte y, al tiempo que la ponía, díjome: "¡Oh, si supieses, mozo, qué pieza es ésta! No hay marco de oro en el mundo por que yo la diese.

Palabra del Dia

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