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Actualizado: 30 de abril de 2025


Augusto se mostró conforme con estas patrióticas ideas y le dejó marchar, compadecido de su aspecto caduco y del azoramiento que el semblante del pobre viejo declaraba. Convidado por Bou al banquete que celebraba a la siguiente noche, fue D. José vestido con su levitita anticuada y su corbata azul de alfiler.

Digo en cuanto a su físico; porque en lo tocante a lo demás, el hombre averiado y caduco del rincón doméstico, era el mismo personaje ostentoso de la vía pública y de los grandes salones. Refiérome a la prosopopeya y a la solemnidad.

Ya no soy Isidora. No vuelva usted a pronunciar este nombre». ¡No pronunciarle más, cuando a él le parecía tan dulce, tan armonioso, cifra y compendio de la melodía infinita! Echó D. José un gran suspiro y tras él estas palabras: «Ha sido una tontería que te ofrezca la mano y el nombre de un viejo caduco.

Mas, todo caduco; todo, al soplo del viento, ondula y se derriba. No agrada aquel espectáculo, porque nada hay firme. A cada momento, en ese mundo al revés, vese burlada la ley de la gravedad: el débil, el ligero, sostienen al fuerte; parece aquello un arte diabólico, un gigantesco juego de niños que amenaza y puede aniquilar.

Por cima de todo está Dios, y con él y en él la fe y la esperanza de que no hay mal que no sea aparente o caduco y que no se ordene a fin dichoso y grande. Así, en mi interior meditación vine yo a resignarme y a buscar y hallar dulce quietud y algo a modo de bienaventuranza en mi plena conformidad con los designios divinos.

Sabe V. m. la causa? sino, yo se la diré, porque cada mano cae a su lado, y no sabe la vna, quién está al lado de la otra. No se ria V. m. de mis deuaneos de viejo, y diga al S.^r Condestable, q. si le paresciere q. caduco, q. me perdone su Prudencia. Muy serui.^or de V. m. Ant. Perez. Mosieur Maridat En su mano. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 138. Colección Morel Fatio, núm.

Maqueda es un pueblecillo caduco, con un formidable castillo gualdo, con los restos de una alcazaba y la osamenta de una iglesia arruinada. Desde lo alto del castillo he contemplado el llano inmenso, gris, negruzco, cerrado en la lejanía por una línea azul, surcado, en fulgente meandro, por un riachuelo que corre entre dos estrechas bandas de verdura.

Tirso de Molina, en un romance que insertó en sus Cigarrales de Toledo: «Según arenas criáis y estáis ya caduco y viejo, moriréis de mal de orina, como no os remedie el cielo. Como Alcalá y Salamanca, tenéis, y no sois colegio, vacaciones en verano y curso sólo en invierno

Palabra del Dia

creolina

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