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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Aquella señora que Rafael se imaginaba allá en Madrid con todos los esplendores y adornos que el Padre Eterno tiene en los altares, vencida por telegramas y súplicas, prolongaba la vida del sentenciado. El indulto produjo en la cárcel un estrépito de mil demonios, como si cada uno de los presos hubiera recibido la orden de libertad.
Su traje, que seguramente fué hecho por ella misma en la cárcel para aquel día, sirviéndole de modelo su propio capricho, parecía expresar el estado de su espíritu, la desesperada indiferencia de sus sentimientos, á juzgar por su extravagante y pintoresco aspecto.
Esperar aquí a que me suelten es exponerme a cárcel perpetua, por lo menos a estar preso hasta que la guerra termine... Hay que escaparse, no hay más remedio. Con esta firme decisión, comenzó a pensar un plan de fuga. Salir por la puerta era difícil. La puerta, además de ser fuerte, se cerraba por fuera con llave y cerrojo.
Llevaba en los brazos á un tierno infante de unos tres meses de edad, que cerró los ojos y volvió la carita á un lado, esquivando la demasiada claridad del día, cosa muy natural como que su existencia hasta entonces la había pasado en las tinieblas de un calabozo, ó en otra habitación sombría de la cárcel.
¡Rayo de Dios! gritó el general, dando otro terrible puñetazo sobre la mesa . ¡Esta chiquilla ha concluido con mi paciencia!... A ver, ordenanza, que conduzcan inmediatamente esta joven a la cárcel y la pongan incomunicada hasta nueva orden...
También las llevó el del tío Pedro, y murió pobre y desamparado en lo más lejos de aquellas tierras.... Bien colocado estaba el sobrino del señor alcalde, y malas compañías le llevaron á perecer en una cárcel; y Dios parece que lo dispuso así, porque cuentan que si sale de ella hubiera sido para ir á peor paraje.
Pardios, exclamó Memnon, que estamos medrados con tener un genio bueno en nuestra familia, si de dos hermanos uno está ciego, y otro tuerto, uno acostado sobre paja, y otro en una cárcel.
Usted me amenazó, me aterrorizó, y si alguna vez un hombre abusó de una mujer, ese hombre fué usted, aquella noche... Me forzó usted gritándome: "Ó mía ó en la cárcel". Si no hubiera cedido, hubiera usted sido capaz de ir á denunciarme antes de que pudiera tomar el vapor. ¿No es verdad?
Le acorralaron las acerbidades. Conoció la cárcel. "Descansó", que paz le fué la muerte alrededor de los treinta años, Abril de 1890.
Pero el amor se alberga en el alma... ¿Puede entonces haber amor si no se conocen las almas en que ha de albergarse?...» Después de mucho cavilar, díjose Cristela: «El rostro es la puerta del amor, el alma su albergue. Prefiero un palacio con puerta de cárcel a una cárcel con puerta de palacio. Miraré, pues, las almas antes que los rostros.»
Palabra del Dia
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