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Actualizado: 28 de julio de 2025


En vez de una ciudad antigua y solitaria en medio de su vasta llanura, es una ciudad moderna, graciosa, elegante, donde al estruendo magnífico del mar se junta el bullicio de una sociedad eminentemente promiscua, europea en toda la acepcion del término, ávida de placeres, curiosa de novedades y enteramente ocupada en pasar el tiempo alegremente.

Y de un extremo a otro de los talleres, entre el calor creciente y la broma y bullicio que aumentaban, corría una oleada de regocijo, de franca risa, de diversión natural, de juego libre y sano; una afirmación enérgica de la femenidad de la Fábrica.

Sentíame casi fatigado ya con la vida artificial que se lleva en Paris, donde todo es el resultado de una especie de convención tácita de la sociedad, donde la moda reina como soberana absoluta, y el corazon no encuentra su espontaneidad ni se siente á mismo sino cuando se encierra en el santuario de la familia, huyendo del bullicio fascinador de un mundo que se agita en interminable torbellino.

Sin duda alguna una voz de otro mundo clamaba entre el armonioso bullicio del clave: «Yo fui pasión, duda, lucha, pecado, deshonra, pero fui también arrepentimiento, expiación, redención, luz y Paraíso».

Los domingos, empezaba a oírse desde las dos el tambor que ameniza el Tío Vivo y balancines que están junto al Depósito de aguas. Este bullicio y el de la muchedumbre que concurre a los merenderos de los Cuatro Caminos y de Tetuán, duraba hasta muy entrada la noche.

En el bullicio del baile, los novios desaparecieron; bajaron precipitadamente la grande escalera, ganaron el cupé que los esperaba en la puerta de calle y muy pronto estuvieron en la morada que mi tío había preparado para que Blanca pasara su luna de miel con sus sesenta y tantos años.

El Carnaval que siguió al verano en que ocurrieron los sucesos de la Unión del Norte se distinguió por su animación y bullicio; hubo nada menos que cinco comparsas, todas extremadas y lucidas. Dos eran de mozas y mozos del país, vestidos con ricos trajes que traían prestados de las aldeas cercanas; otra, de grumetes; otra, de señoritos y señoras, y la última comparsa era una estudiantina.

En tercer grado, si es que toda la Facultad no se burló de . Citó los nombres de los médicos que lo habían visitado y condenado. Contó cómo había acabado por cuidarse él mismo, sin nuevos remedios, en el campo, lejos del bullicio, esperando la muerte, bajo el cielo de Corfú. El señor Le Bris le pidió permiso para auscultarle, a lo que se negó él con un terror cómico.

Por la noche cuando volvieron a encontrarse solos, dijo el doctor las siguientes palabras: Amaury, el infortunio ha madurado completamente tu juicio. A ti te la confío para cuando yo haya dejado de existir. Lejos del mundanal bullicio podrás en adelante juzgar a los hombres con mayor serenidad, aconséjala, guíala, su hermano, en una palabra.

La muchacha, que no había entrado hasta entonces en la región de los bastidores, estaba maravillada y contenta al verse entre aquel bullicio, y pronto fue una necesidad el pasarse tres o cuatro horas todas las noches vagando por las cajas y por los cuartos de las actrices con quienes simpatizó en seguida. Antoñico, al verla por primera vez, se relamió como el tigre cuando atisba la presa.

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