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Actualizado: 25 de junio de 2025


Cada noche que el príncipe colgaba su reloj en la relojera y cada mañana que se ponía las zapatillas para ir al cuarto de baño, no podía menos de recordar conmovido el cariño de su mujer. Y llegó a idolatrarla. Fue muy feliz. Fue también un buen rey, porque tuvo la suerte de que muriera pronto su abuelo y le dejase el trono.

Amada Cunegunda, dixo llorando Candido: ¿cómo te hallas? No puede hablar, dixo la criada. Entónces la enferma sacó fuera de la cama una mano muy suave que bañó Candido un largo rato con lágrimas, y que llenó lurgo de diamantes, desando un saco de oro encima del taburete.

Se quitó el vestido, diciendo que no podía tener encima tales harapos, y pidió una y otra vez su baño, su querido baño. Por último, le trajeron a Riquín, y viéndole y acariciándole, descendió lentamente, en alas del cariño materno, de las borrascosas alturas en que su razón estaba tan nublada. Capítulo XVI Las ideas de Mariano. La síntesis

Dió un suspiro y murmuró: «Vamos». Y siguió adelante, rozando con su cintura el pretil del paredón. Al llegar a cierto paraje, una ola más fuerte que las demás le bañó enteramente con su espuma. Aquel inopinado baño le produjo grata impresión, le refrescó la piel. Estuvo esperando en el mismo sitio un rato, por ver si llegaba otra con igual fuerza, pero no vino. Y emprendió de nuevo la marcha.

El contacto con el agua corriente da ciertamente fuerza á los que no temen rozarse con ella; sin embargo, antes de realizar la ceremonia del baño nos suele parecer singularmente peligrosa.

Entre muchos recuerdos históricos, que iban unidos á la puerta, mencionaré el de la muerte del conde del Aguila en 1808, el de la entrada de las tropas españolas en 1812 y el del general López Baño, que en 1823 derribó á cañonazos sus hojas para salvar á la ciudad del furor de los absolutistas.

Ya pasaron los tiempos de Virginia que, en un trance extremo, prefirió ahogarse mejor que tomar un bañoError.

Allá por los últimos días de Diciembre encontrábase S. E. en la sala jugando al tresillo, en tanto esperaba la hora del almuerzo. Venía de tomar el baño con el consabido vaso de agua y carne tierna de coco y estaba en la mejor disposicion posible para conceder gracias y favores.

No; tráigalos al cuarto al lado del mío... así los tenemos más a la mano... ¿quieren que vayamos para allá? ¿Para dónde? A sentarnos al frente mientras preparan el baño. Bueno.

Por unos meses nada más. Después de forzar durante diez años el misterio de los desiertos americanos, lanzando á través de su virginidad, tan antigua como el planeta, líneas férreas, caminos y canales, necesitaba «darse un baño de civilización». Vengo añadió para ver si los restoranes de París siguen mereciendo su antigua fama, y si los vinos de esta tierra no han decaído.

Palabra del Dia

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