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Actualizado: 27 de junio de 2025


El atavío de ésta realzaba, como había presumido bien, su espléndida belleza. Su gallarda figura parecía aún más fina y más esbelta con aquel traje ajustadísimo. Su linda cabeza rubia resaltaba sobre el terciopelo negro como una rosa blanca. El rey Felipe III hubiera trocado de buena gana su Margarita auténtica por ésta contrahecha.

El atavío de las dos damas era tan distinto, que parecían ama y criada. Jacinta se puso su abrigo, sayo o pardessus color de pasa, y Guillermina llevaba el traje modestísimo de costumbre. Iba Jacinta tan pensativa, que la bulla de la calle de Toledo no la distrajo de la atención que a su propio interior prestaba.

Alta, metida en carnes, morena oscura, facciones correctas y enérgicas, ojos grandes, negrísimos, de mirar desdeñoso, imponente; gallarda figura realzada por un atavío lujoso y elegante que era el asombro y la envidia de las niñas de la población. No parecía indígena, sino dama trasportada de los salones aristocráticos de la corte.

Desapareció para ir á ponerse un traje muy historiado. Pero jamás era pesada en su atavío y al dar las seis, volvía á entrar en el salón. Era tiempo, porque á la sazón llegaba Roussel.

Admirablemente calzada, aunque sin lujo, completaba su personalidad con la decencia de las botas, parte tan principal del humano atavío, que por ella quizás se dividen las clases sociales. Dieron las tres.

Resuelta a salir de dudas, aquella misma tarde se lió en un mantón, púsose un pañuelo de seda a la cabeza y en tan chulesco atavío, que era como mejor estaba, se fue al núm. 78 de la calle de Belén, apenas cerró la noche. Cinco minutos después, según suele acontecer entre gente de poco más o menos, estaba en amigable diálogo con la portera. ¿Cómo se las arregló?

El atavío de la niña, que nada tiene de bonita, esta compuesto de voluminoso guarda-infante, y estrecho corpiño rosa, de lama de plata con galones de este metal colocados diagonalmente en la mitad inferior de la falda; mangas afolladas con vuelos de gasa y lazos rojos.

Los notables del país, invitados á comer, iban llegando. Clementina tuvo que pensar en su atavío. En las angustias de su situación, había olvidado que el tiempo pasaba y que era preciso sacrificarse por el decoro. Pasó rápidamente entre los convidados, á quienes Mauricio y Herminia hacían los honores de la casa, y encontró que ya se había propagado el rumor de la reconciliación.

El traje de la india rica, que hoy se confunde con el de la mestiza, es sumamente gracioso. No siendo una mujer verdaderamente fea, parece bonita con el pintoresco atavío de las hijas del Oriente. Ahora , lo que debemos manifestar es que el aire para llevar ese traje es preciso tomarlo desde el vientre de la madre.

Y es que, en el fondo, el diablo anda siempre en el atavío femenino; unas veces en forma de falda trabada, otras en forma de polisón y otras en el ruedo del miriñaque. Pero siempre es el mismo diablo; no hace más que trasformarse. Con estas trasformaciones el diablo se divierte y el mundo también.

Palabra del Dia

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