Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de mayo de 2025


Aunque Nanela me exhortara: ¡Adelante! ¡Adelante! la Fatalidad tiraba para atrás del hilo de mi vida, cada vez con más fuerza... Y yo avanzaba cada vez con menos fuerza... Tanto me pesaban las piernas que creía echar raíces en el océano de luz que me rodeaba, que me asfixiaba, que me devoraba como a una gota líquida más... Dejé de sentir mis pies... mis manos... mis brazos... mi cuerpo... Ya era sólo una cabeza flotante en aquel océano de luz, ¡una miserable cabeza que se disolvía como un terrón de azúcar!... Perdí el pensamiento, la vista, el tacto...

Señorita... señorita.... El bueno del vasco se asfixiaba. ¿Qué hay? dijo ella, y levantó lánguidamente la cabeza. Está ahí dijo Sardiola atragantándose. Está... ahí.... Lucía se irguió recta como una estatua y puso ambas manos sobre el pecho.

Cierto que me quedaban las ligaduras de un compromiso solemnizado tantas veces y delante de tantas y tan distintas personas; pero también era verdad que a ese compromiso le había puesto yo la limitación de «en cuanto me fuera posible», y que, suponiendo que llegara a ser capaz de penetrar la obra de mi tío para trabajar en ella, mi trabajo no sería continuo ni a cada hora, ni siquiera de cada día, al paso que la tediosa realidad que me asfixiaba era continua, perenne, de todos los momentos.

DOROTEA. Cálmate, por Dios... Hermana querida, tus tormentos tocan a su fin. Oye... Mi madre me llama. DOROTEA. No delires... Otras voces, voces de personas vivas, te llamarán... PANTOJA. Hija mía, ¿cómo saliste de la iglesia sin que yo te viese. DOROTEA. Salimos a respirar el aire puro. Electra se asfixiaba. PANTOJA. Hija mía, ¿te sientes mal? Mi madre me llama.

Y esto en su casa, donde el interés no era rosca que asfixiaba al deudor; donde había prórrogas para los apuros, y eran los préstamos favores de amigo más que negocios de prestamista inexorable. ¡Qué no sucedería, qué llagas no se verían al descubierto en los antros de la usura, a donde se acude en los grandes ahogos, y se pactan, a trueque de salir de ellos, los mayores saqueos y pillajes?

La voz dolorida del niño, amarrado a la mesa, repetía sin cesar: ¡Abuelito, deja a papá!... ¡deja a papá! El loco al fin fue adquiriendo alguna ventaja. Las fuerzas de Mario mermaban. Sus dedos cedían: el peso y el volumen de D. Pantaleón le asfixiaba. Logró éste al fin ponerse encima de él y sujetarle. ¡Ya eres mío! ¡ya eres mío! gritó lanzando feroces carcajadas.

Palabra del Dia

pedregosos

Otros Mirando